ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • La trifulca entre PP y Vox está desmovilizando al electorado de centro-derecha a la vez que devuelve a la izquierda el deseo de ir a las urnas

El titular de esta columna expresa el sentir de un alto porcentaje de votantes del centro-derecha, desconcertados y enfadados ante la pelea que enfrenta al Partido Popular con Vox en Extremadura. Incluso han llegado a pararme por la calle para hacerme esa pregunta, sin que yo hallara respuesta. Porque el tono bronco de esa pendencia que enfrenta a socios necesarios y legítimos, hasta el punto de trascender los límites autonómicos para encabezar la actualidad nacional, solo beneficia a una izquierda envalentonada ante la posibilidad de recuperar dicha comunidad e incluso frustrar otros pactos que todos dimos por hechos tras el escrutinio del pasado 28 de mayo. ¿Tiene razones fundadas Fernández Vara para albergar la esperanza de repetir mandato al frente de la Junta? Mi humilde opinión es que no. Todo apunta a que su investidura resultará fallida, continuarán las conversaciones interrumpidas entre sus rivales y llegarán a buen puerto en cuanto pasen las generales, ya que mucho de lo que vemos y oímos es teatro escenificado con el propósito de arrimar agua al molino electoral de los dos partidos enzarzados en esta disputa absurda. Pero se equivocan quienes piensan que se trata de un juego inocuo.

La riña resulta extremadamente peligrosa, hasta el punto de que, según recogen varios sondeos, ya ha empezado a dañar las expectativas de sus protagonistas con vistas a los comicios del 23 de julio. Lo advertía esta misma semana una portavoz de GAD3 entrevistada por Dieter Brandau: la trifulca está desmovilizando al electorado de centro-derecha a la vez que devuelve a la izquierda el deseo de ir a las urnas. La suma PP-Vox sigue arrojando una mayoría absoluta, aunque ésta se va reduciendo a medida que crece el respaldo a un PSOE que poco a poco levanta cabeza. Y si algo no pueden olvidar los responsables de la oposición a Sánchez es que los españoles les hemos votado con el propósito de echarle a él. Esa es la motivación primera y principal de los ciudadanos hartos de Frankenstein; no las conveniencias de uno u otro.

Me consta que Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal mantienen una comunicación fluida y una relación personal cordial, que podrían hacer valer en aras de zanjar este desdichado asunto. Es verdad que ahora mismo sus intereses son opuestos, dado que el líder popular aspira a obtener una mayoría suficiente para gobernar en solitario mientras que el de Vox pretende a toda costa meter algún ministro en ese gabinete, pero no lo es menos que, a tenor de lo que ellos mismos repiten una y otra vez, su prioridad es España. Si en verdad les mueve el patriotismo y ambos mandan en sus respectivas siglas, harán lo que sea menester para garantizar que haya acuerdos y dejan de volarse puentes quién sabe si indispensables para alcanzar La Moncloa.