IGNACIO CAMACHO-ABC

  • No habrá abstención del PSOE. El no-es-no y la política de trincheras siguen siendo su única estrategia

El retrato más fiel de este PSOE sanchista y tardozapaterista lo dibuja el desdén con que escucha (es decir, con que no escucha) a Felipe González cuando reclama con cierta amargura el retorno a los consensos constitucionales. Felipe cometería muchos errores, como todos, pero tiene tres mayorías absolutas y una relativa en su equipaje y algo sabe de las virtudes del pragmatismo como antídoto frente a la tentación del enfrentamiento constante. La suya fue, junto a la primera de Aznar –aunque en esto último no está de acuerdo– la mejor etapa de la democracia, la que convirtió a la España recién salida del franquismo en un país moderno y al Partido Socialista legatario de Largo Caballero en una organización familiarizada con la cultura del acuerdo que tanto se echa hoy de menos. Sin embargo su voz y la de sus compañeros de generación suena como un eco viejuno en el seno de una formación empeñada en malversar su ejemplo. No es que los suyos (?) los desoigan sino que los tratan con desprecio.

No habrá abstención ante el ganador por sensata y lógica que resulte la idea. Ni mal menor ni transversalidad ni quijotadas de ésas. El tautológico y cerril no-es-no de Sánchez sigue siendo su única estrategia aunque el resultado electoral produzca un nuevo bloqueo porque a ningún bando –ya es triste escribir con normalidad esta palabra– le cuadren las cuentas. En la mentalidad del presidente y de sus partidarios, el PP no puede pactar con Vox para que ellos sí puedan pactar con quienes quieran: con los neocomunistas de Díaz, con el separatismo catalán o con los herederos de ETA. Una ley del embudo dictada desde la autoconvicción de superioridad de conciencia. Así de simple es el sectarismo de esta izquierda de moral hemipléjica, por decirlo con palabras de Ortega. Aquellas desdichadas primarias de 2016, elogiadas por los palmeros del sanchismo como una soberbia demostración de coraje y resistencia, consagraron para mucho tiempo la vuelta a una política de trincheras.

Como es natural, ese planteamiento intransigente se ha trasladado a la acera contraria. Pura reacción autodefensiva, dialéctica de simetría dogmática. Y si los números dan, que muy probablemente lo hagan, la derecha gobernará del único modo que le permitan las circunstancias, con la diferencia de que al menos se tratará de la lista más votada. Sobre Feijóo caerá en ese caso la responsabilidad de eludir la sugestión de la revancha, de evitar la reproducción de la unilateralidad sistemática que le van a reclamar los socios de su alianza. Los cinco años de imposiciones ideológicas y/o identitarias han provocado un anhelo de pendulazo en la media España que se ha sentido maltratada. Y va a hacer falta mucho sentido de Estado, mucho compromiso constitucionalista y mucha templanza para evitar que el presentido vuelco desemboque en la instalación irreversible del ‘trágala’.