El sanchismo aburre

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • No soy muy optimista sobre la aparición de vicios realmente nuevos en el sanchismo si se prolonga

Repetir argumentos no es estimulante ni digno, salvo que seas docente. ¿Qué hacer con el sanchismo? ¿Nada? Estoy por dar un elegante salto al columnismo de cóctel fuerte, a la improbable épica de novela negra y crápula canalla, o bien hacerme campanillero de provincias, o estilista de la nostalgia. Todo con tal de no volver a tener que explicar lo ya profusamente explicado en el quinquenio. Tengo una gran esperanza puesta en Puigdemont; un hombre con lo suyo no deja pasar la oportunidad de que le atribuyan la repetición electoral, aunque todo depende del precio del pescado, quiero decir del precio de la diputada de Coalición Canaria que ha salido a subasta como una joya en Christie’s. Ojo, isleña mía, no vaya usted a acabar como una caja de doradas en la lonja de Estepona, que las subastas de pescado son a la baja y al final podría tener que contentarse con la hipótesis de la sombra de una promesa.

No soy muy optimista sobre la aparición de vicios realmente nuevos en el sanchismo si se prolonga. Entiéndanme, si fueran a entregarse a corrupciones a lo bestia, tipo Petro, sería un subidón para el articulismo de opinión, y para el periodismo de investigación ni te cuento. Lo que sea con tal de no seguir glosando las caseras aventuras y desventuras capitalinas y autonómicas. Se nos hace cuesta arriba. A ver, siempre cabe la posibilidad, podrían meterse de lleno en la lógica neobolivariana, es un destino a no descartar si le hacen demasiado caso a Zapatero. Ese hombre ha ganado mucho predicamento desde que demostró saber lo que iba a pasar con el resultado electoral. Mentalistas célebres han echado a perder su carrera por tirarse el moco con predicciones públicas de similar calado. También los hay que han perdido hasta la vida por acertar siempre, como Hanussen, que se acercó demasiado al fuego nazionalsocialista.

Si el sanchismo no solo viera con buenos ojos al Grupo de Puebla, si no solo le enviaran buenos deseos esos sacamantecas de allende los mares, si se pusiera de verdad en plan Petro o en plan Maduro, sería terrible, sí, pero al menos podríamos colorear nuestros artículos con destellos de las Españas, introducir en nuestra prosa diaria las inmensidades americanas. De tanta inmensidad acaso llegue la desmesura, no como ‘hybris’ sino como destino. Por eso ‘Narcos’ gustó tanto. En mi siesta agosteña y serrana de hoy me ha venido a la memoria el tema central de la serie, aquella guitarra inquietante, aquella letra procaz: «El castillo, la torre yo soy, la espada que guarda el caudal». No hay que ser Freud. Y en vez de aparecer Wagner Moira en pantalla, aparecían unos que yo me sé. Quizá, quizá, pero las probabilidades son pocas y la imaginación vuela. Lo suyo sería que Puigdemont no defraudara, se repitieran elecciones, y la serie ‘Manual de resistencia’ se pudiera cerrar en su quinta temporada, cuando los personajes ya no dan más de sí.