Andoni Pérez Ayala-El Correo

  • La configuración de la Mesa del Congreso cobra la mayor relevancia

Normalmente la sesión constitutiva de las Cámaras, que esta vez tiene lugar en una fecha tan poco habitual como la de mañana, 17 de agosto, suele ser un trámite parlamentario que no plantea mayores problemas al margen de la lógica pugna entre los distintos partidos por tener su cuota de representación en los órganos rectores del Congreso y del Senado. En esta ocasión, sin embargo, irá mucho más allá como consecuencia del complicado mapa político surgido el 23-J y de un ambiente no precisamente tranquilo a pesar del periodo vacacional.

No deben minusvalorarse las funciones que tienen asignadas por la propia norma que las regula -el Reglamento, que bien merecería una actualización- la Presidencia y la Mesa del Congreso de los Diputados, a las que se confía una serie de funciones imprescindibles para el buen funcionamiento de la institución. Si bien ésta ocupa siempre un lugar central en todo Estado democrático, esta centralidad se refuerza cuando se trata de una forma de gobierno como la que hemos adoptado y que nuestra propia Constitución define expresamente como «parlamentaria», erigiendo a ese organismo en el eje del sistema institucional.

En las circunstancias actuales, dada la distribución de fuerzas que salió de las elecciones generales, el papel que pueden jugar la Presidencia y la Mesa es mucho más decisivo que en otras situaciones menos inciertas. Hay que tener presente que se les encomienda expresamente una serie de tareas de las que dependen por completo las decisiones que finalmente adopten las Cámaras. Entre ellas, la calificación de todos los documentos de índole parlamentaria, de los que han de declarar su admisibilidad o inadmisibilidad de los mismos y, asimismo, decidir sobre su forma de tramitación, lo que condiciona de forma determinante el resultado final de los trabajos parlamentarios.

Todas estas tareas, que en condiciones normales y cuando hay mayorías claras son trámites que no plantean mayores dificultades, pueden resultar más que problemáticas en el contexto presente. Ya en esta ultima legislatura hemos tenido ocasión de comprobar cómo se puede encrespar el ambiente y la actividad parlamentarias si no se adoptan las medidas oportunas para evitarlo. En este sentido, resulta determinante la posición y las decisiones que adopte la Presidencia y la Mesa de la Cámara, a las que corresponde, como mínimo y de acuerdo con su propia norma constitutiva, garantizar el cumplimiento de las funciones que tienen encomendadas.

Aunque con una composición del Congreso como la resultante del 23-J, en particular por lo que se refiere a la apretada correlación entre bloques parlamentarios, es aventurado hacer cualquier predicción sobre las votaciones para elegir la Presidencia y la Mesa, sí pueden indicarse algunos criterios de referencia. Uno de ellos, que tratándose de la máxima instancia representativa como es el Congreso, donde tiene su plasmación institucional al más alto nivel el principio constitucional del pluralismo político, la composición de su órgano rector ha de ser un reflejo lo más fiel posible de la composición de la Cámara. Ello hace aconsejable la presencia en su seno de las distintas expresiones de la pluralidad; en cualquier caso, no serían admisibles las maniobras de exclusión contra nadie.

Si bien todo el foco mediático ha estado puesto desde que se conocieron los resultados de las elecciones en la investidura y en la composición del nuevo Gobierno, conviene recordar que antes hay que constituir las Cámaras y elegir sus órganos rectores. Es preciso insistir sobre ello y sobre el papel decisivo a jugar por la Mesa y la Presidencia del Congreso. En primer lugar para evitar el bloqueo de los trabajos parlamentarios, que en situaciones como la que se da en este momento, marcada por el apretado equilibrio entre los bloques en liza, supone un riesgo que no debe ser ignorado. Y, asimismo, para determinar la agenda de la actividad parlamentaria, de la que depende en gran medida el resultado final.

La Presidencia y la Mesa que se elijan en la sesión constitutiva de las Cortes de la nueva legislatura van a tener que afrontar unas tareas que, sin duda, van a ser más difíciles, y también más decisivas, que en otras ocasiones, lo que confiere una significación especial a este evento parlamentario, a pesar de la fecha insólita en la que tiene lugar. Además, las votaciones que se realicen nos van a suministrar valiosos datos que prefiguran las mayorías que van a marcar la pauta en la legislatura que ahora comienza. En primer lugar, en relación con la inmediata investidura, particularmente problemática; y seguidamente sobre las perspectivas de una legislatura que nace, más que en ninguna otra ocasión, marcada por el signo de la incertidumbre.