Tonia Etxarri-El Correo
Hoy empieza el juego de la investidura de Feijóo, que busca afanosamente los cuatro escaños que le faltan para la mayoría absoluta. Consciente de sus dificultades, iniciará la ronda de la que ha excluido a Bildu y en la que ERC ya le ha dado portazo. Otros le confirmarán lo que ya sabe: va a ser que no. Cuenta con ello, pero piensa aprovechar el mes que tiene por delante para captar el foco mediático que ofrecerá dos planos enfrentados: su impotencia para captar apoyos nuevos y su oportunidad para presentarse ante los votantes de los 172 diputados que le apoyan como una opción centrada y constitucionalista. Intentará persuadir a los socialistas descontentos con Sánchez y a los nacionalistas pragmáticos. No tiene más caladero que ese donde el ‘vedado’ al centro derecha se da por descontado. Por intereses muy perfilados. Los de la pura supervivencia en la bancada socialista entre quienes opinan como García-Page pero que no se pronuncian ni para saludar. Y los electorales del PNV que, por su pulso con Bildu, no se atreven a moverse del posado con los socios potenciales de Pedro Sánchez.
Con estas piezas tiene que jugar Feijóo en su tablero de la investidura. Sus movimientos contradictorios con Vox le han valido críticas internas. Su intención de negociar con Junts ha levantado una polvareda de incomprensión y reproches entre muchos de sus seguidores. Por eso en su discurso de ayer ante 1.500 cargos y afiliados quiso trazar sus líneas rojas. Era una forma más de medirse con Pedro Sánchez. Quién tiene principios, quién no. La factura que hay que pagar al prófugo Puigdemont es tan cara para un Estado democrático, que Feijóo la utiliza para aclarar que no tiene intención de hablar de amnistía ni de referéndum de autodeterminación con quienes dieron un golpe a la Constitución. Eso se lo deja a Sánchez y a todos sus asesores, que pretenden adormecer a la sociedad española con la nana del «alivio penal» para los afectados por el ‘procés’.
El caso es que Feijóo no pretende de los secesionistas catalanes que le apoyen, sino que confía en que si ellos fracasan en su pulso con Sánchez (porque, al final el dirigente socialista no pueda concederles todo lo que pretenden, la amnistía encubierta quizás sí, el referéndum todavía no) opten por abstenerse en su investidura. Todo quedaría pendiente de una carambola.
El PNV ya está negociando con la Moncloa en funciones, pero Feijóo espera darle la vuelta en su ronda. El PNV va algo desnortado desde que perdió 700.000 votos en las últimas elecciones y los de Otegi le hicieron el ‘sorpasso’. En sus filas también hay voces discordantes aunque no estén en la órbita de la política activa. La del exdiputado general de Bizkaia José Alberto Pradera, por ejemplo. Que ayer salió a pecho descubierto en una entrevista en El CORREO para criticar a los «acomplejados» de su partido, el PNV. Y defender que deberían abstenerse en la investidura de Feijóo porque Vox ya no está en la ecuación.
¿Dedicarse a recabar apoyos es una torpeza de Feijóo o simplemente pretende ganar tiempo para dejar en evidencia a Pedro Sánchez? El presidente en funciones ya ha quedado en evidencia en multitud de ocasiones. Con los indultos, el borrado del delito de sedición, la rebaja de malversación, la ley del ‘sólo sí es sí’, la ‘trans’. Y ha salido indemne. Veremos cómo se recoloca cuando no pueda conceder a Puigdemont todo lo que pide. Lucirá una nueva tarjeta de presentación para la próxima campaña electoral: «Yo no cedo». Por ejemplo. Una forma de calentar de nuevo las urnas.