La factura se la van a repartir entre los dos. Es de suponer que pagará más Rajoy, porque su empeño es más grande, pero tampoco le saldrá gratis a Sanz. O a su partido, si mantiene su decisión de retirarse.
Miguel Sanz es probablemente el único dirigente de un partido europeo que sanciona a un diputado de la oposición por votar contra los presupuestos del Gobierno. Veníamos hablando de los hechos diferenciales: había uno catalán y otro vasco, por supuesto. Desde las últimas autonómicas gallegas, hay un hecho diferencial gallego y hemos comenzado la semana con un hecho diferencial canario cuyos valedores han dado en llamar la canariedad.
Toda España es un hervor de hechos diferenciales. El PSOE ordena a los suyos que, allá donde fueren oposición, aprueben sin rechistar los presupuestos del Gobierno que les toque. Los socialistas vascos van a aprobar los presupuestos de Ibarretxe, aun cuando les parece que el Gobierno tripartito es un barco a la deriva. ¿Para qué hincharle las velas, entonces?, preguntarán ustedes, muy puestos en razón. El hecho diferencial. Los navarros, es natural, querían tener el suyo, que, por lo visto, no estaba en lo primero que preguntaban los estudiantes navarros al llegar a la posada, chispún.
Miguel Sanz se perfiló a la vuelta de las vacaciones: UPN podría apoyar los presupuestos de Zapatero siempre que no fuera gratis. Todo este tiempo ha sido un tira y afloja para ver cuál de las dos partes conseguía cargarla en la mochila de la otra. Pudo parecer que habría arreglo, gracias al papel que han jugado Cospedal y Barcina, pero no parece que la sutileza sea el rasgo más acusado del presidente Sanz. Su vuelta de tuerca al suspender de militancia al diputado que votó contra los presupuestos de Zapatero era una declaración de guerra. Rajoy no ha tenido la opción de hacerse el distraído y la derecha navarra se ha roto.
En las elecciones anteriores al pacto del 91, aún no existía el PP: UPN sacó 14 escaños; el CDS, cuatro; AP, dos y UDF, tres, mientras el PSN sacó 15. Después vino la ruptura de Juan Cruz Alli, que llegó a obtener 10 parlamentarios en 1995. Su pacto de Gobierno con el PSN y Eusko Alkartasuna se los redujo a tres en el 99. Aquella fue también la legislatura de las cuentas suizas del PSN. Otano dimitió, UPN formó gobierno y Alli ya no volvió a ser más que el apéndice de Sanz hasta ahora mismo.
La factura se la van a repartir entre los dos. Es de suponer que pagará más Rajoy, porque su empeño es más grande, pero tampoco le saldrá gratis a Sanz. O a su partido, si mantiene su decisión de retirarse. No parece que la secuencia de los hechos que le llevaron al gobierno hace poco más de un año sea un motivo para confiar ciegamente en un acuerdo con los socialistas: el candidato del PSN prometió en campaña que si quedaba el 3º no pactaría con nadie. Tras quedar el 3º se propuso como presidente. Negoció, incluso a escondidas, con Nafarroa Bai (NaBai), mientras hacía ver a UPN que podían gobernar juntos si él era el presidente. Consiguió un acuerdo con los nacionalistas que se frustró, no por el programa, sino por el reparto de carteras. Entonces se propuso como presidente de un gobierno de concentración, abogó por la repetición de elecciones y empezó a buscar una fórmula para que Sanz gobernase en minoría.
El 4 de julio, el Comité Regional de Navarra aprueba el pacto con NaBai e IU por 104 votos contra uno; la Ejecutiva del PSN lo apoyó de manera unánime y los parlamentarios socialistas en la cámara navarra hicieron lo propio. Después de los sanfermines llegó Pepe Blanco y mandó a parar. Hacía un mes que ETA había anunciado el fin de la tregua.
Todo este vertiginoso proceso se desarrolló en apenas 45 días. Como verán, esto de los hechos diferenciales es un asunto demasiado complejo para las mentes simples.
Santiago González, EL MUNDO, 29/10/2008