Es tan peligrosa la verborrea en una persona con la sesera hueca como el silencio de esfinge maragata de alguien que no tiene mucho que decir. En España ambos supuestos se dan abundantemente y por eso sorprende encontrarse a alguien del peso político de Díaz Ayuso que dice exactamente lo que quiere decir sin utilizar una palabra de más. Por si eso fuera poco, tiene el sentido de la oportunidad que caracteriza a los estadistas. He aquí el ejemplo.
Estaba el PP dando más vueltas que el manubrio de un organillero en San Isidro con que si antes el PNV que uno de VOX, que si Junts eran poco menos que beneméritos de la patria, que si pactos de estado con Sánchez, en fin, como dirían Les Luthiers razonando fuera del tiesto cuando sale Ayuso y pronuncia la palabra mágica: No. “¿Tensión territorial, sabéis lo que es? Dame más dinero. Y mi respuesta es no”. “¿Queremos acabar con el negocio del independentismo? Pues se le corta el grifo?”. Suave y colocada al ángulo. Nadie podría haberlo dicho mejor. Y el razonamiento, de granito constitucionalista, es el muro ante el cual se estrella toda esa comedia de la plurinacionalidad chiripitifláuticos. Porque, lo repito casi a diario, detrás de ikurriñas, esteladas, breoganes y la madre que las trujo sólo hay una cosa, como diría Jose Mota: tú dame merme, que en habiendo merme ya yo si eso…
Porque, lo repito casi a diario, detrás de ikurriñas, esteladas, breoganes y la madre que las trujo sólo hay una cosa, como diría Jose Mota: tú dame merme, que en habiendo merme ya yo si eso…
Dejando a un lado que los delincuentes quieran que les limpien los penales y los asesinos que les erijan monumentos, el meollo es disponer de todos los recursos de un estado sin tener que poner un duro ni afrontar las responsabilidades que conlleva. Mandar en Cataluña pagando el conjunto de los españoles sin tener que dar cuentas a nadie, con jueces que ya se nombrarán entre los amiguetes lazis, policías de la colla, políticos del régimen, periodistas lame glúteos, empresarios a tanto el kilo de subvención y ellos, los mandamases, a chupar del bote, que contra España se vive de puta madre.
A eso ha dicho que no Ayuso. Simplificando la cosa, porque su gesto tiene mucho de bando el alcalde de Móstoles, del discurso a los franceses del general de Gaulle y de aquel I will never surrender de Winston Churchill. Ayuso se ha plantado, Ayuso ha dejado claro que no es no, que por ahí no se pasa, que la amnistía es un torpedo dirigido a la línea de flotación de nuestro sistema democrático. Ayuso se niega a dejarse tomar el pelo por los sepultureros de la libertad, por los pelafustanes gacetilleros con más ínfulas que caletre, por los cagamandurrias de la corte de faraón que tiene el monclovita. Ayuso es a día de hoy la libertad que pintó Delacroix, pero sin necesidad de enseñar apéndice mamario alguno, porque lo que aquí debe exhibirse en público no es la poitrine sino el corazón, el cerebro, el alma. Ayuso ha resumido en su no lo que debería ser la estrategia común de todo lo que no es marxismo y separatismo.
Ayuso ha resumido en su no lo que debería ser la estrategia común de todo lo que no es marxismo y separatismo.
Sus palabras han despertado, como siempre, auténticas olas de entusiasmo entre propios y extraños. Porque esa es otra. La presidenta es perfectamente capaz de sumar gente que proviene de distintos sectores debido a que su mensaje es lo suficientemente coherente, serio, justo y razonado para que votantes del PSOE, de VOX, comunistas e incluso separatas – eso lo tengo yo oído en más de uno y más de dos, “Collons, fins i tot jo la votaria” – puedan otorgarle su confianza. Y si esto así, que lo es, y cuando habla la presidenta se calla todo el mundo y la escucha y ha obtenido mayoría absoluta en Madrid, plaza difícil, y vaya por donde vaya en España se la comen, incluso en mi tierra, habrá quien se pregunte por qué demonios no es la candidata a la presidencia del gobierno.
Pero aquí mi pluma se detiene. No pretendo ser tan inteligente y fino estilista político como otros ni poseer la astucia de mandarín de folletín decimonónico que parecen tener los sabios de Génova. Ahora, en mi simple saber, yo me adhiero a lo dicho por, Ayuso: No. Que ja está bien de collonades.