Tonia Etxarri-El Correo

No tendrá nada que hacer el PP con el PNV después de la escenificación de los últimos movimientos de Andoni Ortuzar con Otegi y con Puigdemont. Pero Feijóo tiene que cumplir con su guion hasta el final. A estas alturas del pulso, el PP tiene muy difícil persuadir al PNV para que le apoye en su investidura. Feijóo lo sabe pero si insiste es porque recuerda cuando el PNV abandonó a Mariano Rajoy, en el año 2018, después de haber acordado un pacto presupuestario de 540 millones de euros en inversiones para Euskadi, y, en una semana, cambió de caballo para apoyar la moción de censura que presentaba Pedro Sánchez. Por eso ayer, y a pesar de las reiteradas negativas de Ortuzar, mantuvieron la formalidad con la reunión mantenida entre Cuca Gamarra y Aitor Esteban. Las circunstancias, ahora, son muy diferentes para el PNV, que siempre ha mostrado tener buen olfato para saber de qué lado se decanta el poder. No le están llegando buenas noticias a través de los últimos sondeos demoscópicos que confirman el ‘sorpasso’ de Otegi, con holgura, para las próximas elecciones autonómicas. Son sólo encuestas. Pero Ortuzar, que ya abandonó la política pragmática del PNV para escorarse a la izquierda populista y mantener un pulso con la izquierda abertzale, precisamente en su terreno, el de Bildu, ha visto que no le ha ido bien en las últimas elecciones. Pero insiste en no moverse de la foto de los aliados de Sánchez.

Tampoco logrará Feijóo, en su investidura, salvo sorpresas o errores, que cuatro críticos del grupo parlamentario socialista, de la órbita de García-Page por ejemplo, den un paso adelante y rompan su disciplina de voto. Si Sánchez está buscando apoyos para su investidura «hasta debajo de las piedras», cualquiera se mueve en el Congreso. Máxime después de que el jefe haya demostrado, con la expulsión exprés de Nicolás Redondo, cómo se las gasta con quienes se muestren dispuestos a no decir otra cosa que la repetición del argumentario de La Moncloa. De las purgas se sale escaldado y, de momento, sólo han clamado contra la nonata amnistía ilustres socialistas desde la periferia de la política activa.

Por eso Sánchez quiere mostrarse seguro en medio de un clima de presión interna y externa que le lleva a aparecer en actos en clave electoral cuando, en realidad, debería estar en otra pantalla. Las próximas movilizaciones contra la amnistía, la del PP en Madrid y la convocada por Societat Civil Catalana en Barcelona, le contrarían y delega en sus embajadores para que se revuelvan sin decoro contra el derecho de manifestación. Se le está haciendo eterna esta espera a que Feijóo fracase en su investidura para presentarse él mientras espera que su pulso «cordial» con el prófugo Puigdemont se libre a su favor. ¿Cómo piensa cuadrar el círculo? La banca siempre gana, le recuerda el prófugo al que le piden que abandone la unilateralidad. ¿El acuerdo está hecho o no? ¿Amnistía sí o no? Los empresarios no han podido ser más tajantes: «No». Volver a las urnas, para los dos, sería una operación de riesgo.