Tonia Etxarri-El Correo
La dilación del tiempo con el foco sobre el prófugo Puigdemont está provocando ansiedad en la Moncloa mientras se inflaman los ánimos en la calle, en donde aterrizan los provocadores para pescar en río revuelto. Momento idóneo para que el oportunismo se sirva en bandeja desde los partidos. Si se ha visto gritar a algunos alterados loas al dictador Franco, Andoni Ortuzar desde el PNV aprovecha para estigmatizar a toda una manifestación y culpar al PP. Son más ultras que Vox. Zasca, de paso, al recién elegido presidente de los populares vascos, Javier de Andrés, con una ecuación electoral de libro: es un competidor directo en las urnas. No vaya a ser que los electores que un día se fueron del PP al PNV lo vean moderado y vuelvan a depositar el voto en su opción natural en las próximas elecciones autonómicas.
Si la calle se está levantando contra la amnistía, el Gobierno en funciones debería preguntarse qué es lo que está haciendo tan mal para provocar tamaña tormenta de indignación. Porque la oposición a la ley de impunidad para los delincuentes del ‘procés’ y más allá la están escenificando ilustres socialistas, además del centro derecha y muchos ciudadanos libres e indignados.
Habrá más manifestaciones pacíficas. Demostraciones que tendrán que reconducir la idea provocadora de concentrarse frente a sedes de instituciones democráticas. Esas especie de ‘escrache’ tan propios de los seguidores de Podemos que rodearon el Congreso en 2016 durante la investidura de Rajoy. Unas provocaciones de las que se distancia el PP después de dar algunos rodeos erráticos. Porque Feijóo empezó diciendo que el Gobierno había tratado a los manifestantes contra la amnistía como si fueran CDR. Se equivocó. Porque el Ejecutivo va a mimar tanto a esos incendiarios violentos que los va amnistiar. Ayer ya fue más preciso. Pero el mayor desmarque fue el de Isabel Díaz Ayuso, que va dos pasos por delante de sus compañeros.
Habrá más movilizaciones. Claro. A pesar de algunos intentos de desestabilizar con violencia. A pesar de quienes quieren infundir miedo para que la gente se quede en sus casas. El lehendakari Urkullu, en una declaración institucional sin precedentes, ha pedido que se desconvoquen las próximas citas. Es decir, las previstas por Feijóo. Quizás, con esta petición, le quiera echar una mano a Pedro Sánchez. Pero, de la misma forma que ha defendido las manifestaciones de la mano de Bildu, o la más reciente contra los jueces a los que se les ha llegado a acusar, nada menos, que de estar haciendo una campaña contra el euskera, la libertad de expresión es para «tothom», que diría Junqueras. Que las discrepancias y el descontento se escenifican en las urnas, los parlamentos y los ayuntamientos. Pero también en la calle de forma pacífica. Pretender poner mordaza a quienes están asistidos por el derecho constitucional de la libre expresión es propio de regímenes bananeros. La protesta pacífica, sin violencia, es legítima. Es la grandeza de nuestra democracia. Y Puigdemont se sigue riendo de ella.