Hay que reconocer que en las elecciones vascas del pasado domingo las encuestas acertaron en los resultados que anticipaban. Muchas de ellas arrojaban un empate en escaños entre PNV y Bildu, como así fue, empate a 27 escaños. Y todo parecía fiado a saber si Bildu sobrepasaría al PNV en votos, y se convertiría en la primera fuerza electoral de esa Comunidad. Los demás ya sea el PSOE, el PP, Sumar o Podemos jugaban directamente en otra liga muy alejada de las fuerzas nacionalistas que iban, y acabaron, en cabeza. El resultado electoral es conocido: el PNV sobrepasó a Bildu en menos de 30.000 votos. Y lo cierto es que, por más que las encuestas acertaran, la sensación que arroja ese resultado no puede resultar sino desmoralizador. Que más de un 67% de los votantes se hayan inclinado por el PNV –el 35,2% de los votos–, o por Bildu –el 32,5% de los votos– no deja de resultar un factor amargo, sobre todo en lo que hace a Bildu, albacea político del terrorismo que devastó a sangre y fuego esa Comunidad durante más de cuarenta años.
Lo único cierto de todo ese debate desencadenado en la última semana de campaña, es que Otxandiano dijo exactamente lo mismo que siempre había dicho Bildu
La última semana de campaña vino protagonizada por las declaraciones del candidato de Bildu Ochandiano al negarse a calificar de terrorista a la banda ETA. La propia ministra portavoz del Gobierno calificó esas declaraciones como un “negacionismo, incompatible con la democracia”. Lo malo es que todos sabíamos que esa grandilocuencia terminaría exactamente el mismo domingo 21 de abril a la hora de los resultados. Así ha sido, porque Sánchez necesita los seis votos de Bildu y no hay más que hablar. Lo único cierto de todo ese debate desencadenado en la última semana de campaña, es que Ochandiano dijo exactamente lo mismo que siempre había dicho Bildu, negándose a condenar el terrorismo, siquiera utilizándolo por su propio nombre.
Hay quien sostiene que el crecimiento de Bildu -más de 90.000 votos respecto de las autonómicas de 2020– obedece al hundimiento del voto de Podemos, aunque es permisible dudarlo, pues Podemos ha perdido 56.000 votos, de los cuales 35.000 han ido a parar a la menguante, o ya directamente en descomposición, Sumar.
No. Es mucho más previsible que el blanqueamiento y la normalización impuesta desde hace un sexenio por Sánchez respecto de Bildu, hasta convertirla en una fuerza más, esté en el origen de ese incremento de votos y de escaños. Ese empeño en normalizar lo que no puede ser, tiene desgraciadamente consecuencias. Se vio el pasado domingo.
Cuando el Gobierno no se cansa de decir que el terrorismo se acabó hace muchos años, como si fuera un pasado casi prehistórico, está cometiendo un error fatal. No sé qué puede pensar ese mismo Gobierno del hecho de que Francia esté preparando con todo lujo de detalle el próximo 6 de junio, 80 aniversario del desembarco aliado en Normandía en la Segunda Guerra Mundial. O que siga siendo fecha inamoviblemente festiva en ese país el 8 de mayo, aniversario de la rendición de Alemania en 1945. Y más todavía, que también siga siendo fecha festiva inalterable el 11 de noviembre, aniversario del final de la Primera Guerra Mundial en 1918, de la cual no queda viva una sola persona. Y menos mal que es así, que en nuestro país vecino se entiende que la historia ha de ser preservada, que siempre hay que saber de dónde venimos. Si no es así, más temprano que tarde la mediocridad nos alcanzará.
Con Concierto y con cupo, casi el 50% de las pensiones del País Vasco la pagan el resto de los españoles; unos 5.600 millones de euros
Tendremos previsiblemente un nuevo gobierno de coalición PNV/PSOE –que ha obtenido dos escaños más con un incremento del 0,7% de los votos y 27.000 votos adicionales–. Previsiblemente también al servicio de incrementar el carácter confederal de nuestro país, en tanto Bildu prosigue en sus acuerdos con Sánchez. Una mala noticia para la naturaleza de nuestra Constitución, construida sobre el carácter de ciudadanos libres e iguales. Una mala noticia para el conjunto de España, que seguirá pagando la fiesta del País Vasco en tanto éste sigue perdido en sus brumas de privilegios y de reclamaciones sin fin siempre al servicio de hacer desaparecer al Estado en esa Comunidad. Con Concierto y con cupo, casi el 50% de las pensiones del País Vasco la pagan el resto de los españoles; unos 5.600 millones de euros.
Pero la realidad que se esconde tras estas elecciones y sus números es el conflicto moral de la sociedad vasca consigo misma. Cuando se pasa por alto, no sólo más de 850 asesinatos, sino también que cerca de 200.000 personas tuvieron que exiliarse en otros lugares de España huyendo del terrorismo; cuando se pasa por alto aquella cima de destrucción que fue el terrorismo; cuando lo que se pretende es pasar página –o mejor, saltar página– respecto de aquel pasado, lo que aparece es inevitablemente el declive de una sociedad. Eso de lo que nadie habló en la campaña electoral.
Tres circunstancias para entenderlo: a finales de 1975, tras la muerte del dictador Franco, el País Vasco contaba con una población de la que los menores de 14 años eran el 28%, en tanto los mayores de 64 años sumaban algo más del 8%. Hoy, con datos de finales de 2023, los menores de 14 años suman el 12,48% de la población, en tanto los mayores de 64 ascienden al 23,83%. Da medida de un envejecimiento demográfico extraordinario que acentúa el declive poblacional de la población en el País Vasco. Un dato: en la ciudad de San Sebastián, por cada menor de 16 años existen 2,1 mayores de 64 años. Desde la Transición, el PIB vasco respecto del conjunto del PIB español ha pasado de ser el 7,8% en 1975 al 5,89% en 2022, último año de los que disponemos datos
La sensación de que el pasado terrible al que muchos miran para otro lado acaba siempre alcanzando el futuro
El fundamento económico del País Vasco a lo largo del siglo XX fue la industria, que representaba en 1975 alrededor de un 50% del PIB vasco, hoy está anclado en el 21%. Eso sí supone una transformación radical de carácter histórico de la sociedad vasca, hoy mayoritariamente acogido al sector de los servicios.
Tercera circunstancia: en diciembre de 1975, el País Vasco contaba con una población de 2.018.000 personas. En diciembre de 2023 el País Vasco contaba con una población de 2.227.000 habitantes. Es un crecimiento ínfimo el ocurrido en casi cincuenta años, con un crecimiento vegetativo negativo al que suple la fuerza de la inmigración extranjera, hoy cifrada en aproximadamente 300.000 personas.
El problema es que la inmigración nacional dejó de venir a esa Comunidad hace ya largos años, a lo que se suma que el talento de gente joven formada se sigue yendo del País Vasco a otras comunidades, preferiblemente a Madrid.
Son todas ellas condiciones que marcan un evidente declive, se quiera o no se quiera ver. La sensación de que el pasado terrible al que muchos miran para otro lado acaba siempre alcanzando el futuro.
Y así, el País Vasco carecerá de la ambición, de la energía, de la fuerza para superar ese declive hasta tanto no sea capaz de ver con mirada ajustada a su pasado terrible.