JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Eurovisión es el nadir estético. Asistir a su mezcla te puede hacer perder toda esperanza, en plan Bartleby. Eso sí, recomiendo con mis mejores intenciones al solidario suizo no binario que cante en Gaza con la faldita
He esperado unos días a redactar algo sobre la última Eurovisión. Conviene escribir con la cabeza fría. Cuanto viene a continuación es fruto pues del aplacamiento, la contención, la morigeración por los días transcurridos. Con absoluta frialdad y distanciamiento emocional puedo afirmar por fin, desde la objetividad que me otorga este esfuerzo de templanza y de mesura, que el infecto festival es una basura que corrompe a quien lo ve, un trauma visual que crece a auditivo con los dos tontos muy tontos de la versión para España, un potente tóxico que afea la vida recordándonos que existe algo opuesto a la belleza, y que tal pesadilla no es la fealdad sino el infinito kitsch, la vulgaridad deseada y celebrada. Almas que ansían el infierno. Siguiendo las tesis de Emanuel Swedenborg, el infierno que espera a la canalla del Malmö Arena es un festival eterno de Eurovisión donde las almas condenadas se denigran ad infinitum hozando en la chabacanería del escay, el cubata en vaso largo y la estética de cafeta (quizá de sauna gay, que nos lo cuenten esos del negocio que tanto han prosperado y que ahora quieren convertir en proxenetismo la profesión de sus mayores, los muy ingratos).
Ad nauseam repiten los condenados graves acusaciones e insultos contra una nación traumatizada por la matanza brutal de octubre. Algunos esgrimen antisionismo, el antisemitismo de los idiotas. Otra judeofobia se cubre con el velo de la solidaridad. Es la más inicua, pretende hacer gran daño entre aplausos de admiración. Al periodista medio, al universitario medio y al rector medio español les importan un ardite las víctimas de las guerras, no saben nada de las matanzas de cristianos a manos de musulmanes, recrudecidas en los últimos años; lo ignoran todo sobre el genocidio que no cesa en Sudán, árabes en plena limpieza étnica de no árabes.
¿Solidaridad? ¡Anda ya! La prensa se viene luciendo con informaciones falsas, cifras de caídos que la ONU ha rebajado de repente a la mitad y que daban por buenas las agencias principales, los diarios de papel, las teles. A pesar de que su fuente era una organización terrorista: ¡la misma que perpetró el pogromo de octubre colocando a Israel en inminente riesgo existencial! Acusar de genocidio al pueblo que sufrió el gran genocidio, el Holocausto, que rompió la historia y la cultura, exige especial abyección. En Malmö, lo peor del planeta, lo más hortera, lo más feísta, lo más zafio, zorra, y lo más malvado (inversión de la gran culpa) prolongaron el intento de linchamiento que miles de bestias fanáticas dirigieron contra una niña bella, talentosa y valiente. Por judía. La chusma se ha quejado porque el concurso no les pareció lo bastante hostil contra Eden Golan. El antisemitismo es la peor lacra moral de Occidente, Eurovisión es el nadir estético. Asistir a su mezcla te puede hacer perder toda esperanza, en plan Bartleby. Eso sí, recomiendo con mis mejores intenciones al solidario suizo no binario que cante en Gaza con la faldita.