Mikel Buesa-La Razón

  • Los que más vacacionan son las personas que tiene trabajo o están jubiladas, pues lo hacen algo más de siete de cada diez

En cierta ocasión, explicando a mis alumnos universitarios las pautas de consumo de los españoles, comenté que una parte importante de ellos no podían permitirse ir de vacaciones. Inmediatamente una de aquellas jóvenes veinteañeras que siempre había en el aula levantó la mano y dijo con rotundidad «eso no es verdad». «¿Por qué?», le pregunté. «Porque todos mis amigos van de vacaciones», respondió. Entonces aproveché la ocasión para explicarle que nunca debemos generalizar nuestra experiencia personal atribuyéndosela a toda la sociedad. Esta sencilla lección debiera valer también para los medios de comunicación en los que se ignora que, en efecto, hay gente a la que su peculio no le da suficiente de sí como para tomarse una semana de descanso. En su Encuesta de Condiciones de Vida, el INE nos informa que son un tercio de los habitantes de España. Y como ese instrumento estadístico tiene cierta antigüedad sabemos que ahora las cosas están mejor que hace tan sólo diez años, cuando se alcanzó la mayor profundidad de la crisis financiera y los excluidos del placer vacacional casi llegaban a la mitad.

Claro que lo de ir de vacaciones depende mucho de las circunstancias económicas y personales. Así, según el INE, entre la mitad de la población que tiene un menor nivel de renta los que pueden gozar de ellas son sólo el 50,4 por ciento, mientras que entre los de la otra mitad de mayor renta esa proporción sube al 83,3 por ciento. Por otra parte, los que más vacacionan son las personas que tiene trabajo o están jubiladas, pues lo hacen algo más de siete de cada diez. En cambio, entre los parados son seis de cada diez los que se tienen que quedar en casa porque carecen de recursos suficientes para irse una semanita. Otros factores que afectan negativamente a la posibilidad del descanso vacacional son la nacionalidad –pues los extranjeros no europeos registran la probabilidad más baja–, la configuración familiar –siendo las familias monoparentales con hijos las más perjudicadas– y la educación –porque los que como mucho han alcanzado la escolaridad obligatoria son los que menos oportunidades tienen–. Así que esto de ir de vacaciones no alcanza para todos y estaría bien reconocerlo.