A Burgos por no saber euskera

EL MUNDO 04/09/13

Tras cuatro años exentos, los tres hijos de una colombiana están obligados a examinarse

Marcela Patricia Bermúdez Quintero (Bucaramanga, 1970) está «desesperada». Esta colombiana, esposa de un guardia civil gallego destinado en Vitoria, lleva meses peleando contra la burocracia para que sus tres hijos puedan seguir estudiando en el País Vasco sin cursar euskera. Ni el Gobierno autonómico ni el Ararteko le han dado la razón, y el central, «lamentándolo», le dice que no tiene competencias para intervenir. Por eso se ve abocada a matricular a dos de ellos en la colindante Miranda de Ebro, en Burgos. Pero la economía familiar no se lo permite.
Su caso es complejo. Durante los últimos cuatro cursos, Jairo Andrés (19 años), Iván René (17 años) y Natalia Andrea (16 años) han estado exentos de examinarse de lengua vasca por proceder de un sistema educativo distinto. El problema es que durante ese tiempo, según la legislación vasca, deberían haberlo aprendido en el colegio. Bermúdez dice que ni el Ejecutivo ni el centro concertado Corazonistas de Vitoria, que estaba obligado a impartirles la lengua, se lo explicaron «nunca». Mientras el resto de sus compañeros estudiaba euskera, ellos iban «a la biblioteca o a hacer deporte».
«Sé que desconocer la ley no me exime de cumplirla», asume, «pero alguna solución tiene que haber para que mis hijos no se queden sin educación».
Bermúdez dejó Colombia en 2005 en busca del sueño español. Eligió Vitoria, donde vivía una pariente. Durante un año y medio residió en un piso municipal reservado a personas inmigrantes; cuidó a ancianos, sirvió copas y trabajó de encargada de una cadena de restauración; conoció a su nueva pareja, se casó, logró los papeles, abrió un bar y se trajo a sus hijos en 2008. Los apuntó al modelo A –en español, salvo la asignatura de euskera–.
Los tres se vieron libres de examinarse de euskera durante dos cursos. En 2010 el Gobierno vasco, en manos socialistas, les otorgó una prórroga de otros dos años. Pero en diciembre, les informó de que el período de gracia se acababa.
Las soluciones que tienen ahora a su alcance son inasumibles para ellos. «El colegio me ha aconsejado que los envíe a estudiar a Miranda», relata. También se plantea la opción de Haro, en La Rioja. «Pero ¿cómo pago los desplazamientos, la comida…?», pregunta. Marcela Bermúdez ha pasado dos años curándose de un cáncer por el que ha perdido una pierna y también su negocio, y al matrimonio le persiguen las deudas.
Su hijo mayor ha suspendido 2º de Bachillerato tras verse «desmotivado» al saber que, sin el euskera, no lograría el título. El segundo ha logrado el graduado de Secundaria, pero tendrá que seguir en otra comunidad si quiere presentarse a la selectividad.
En la resolución del Gobierno vasco sobre el caso de su hija, la viceconsejera de Educación recuerda que las prórrogas «excepcionales» en esta materia sólo pueden ampliarse «hasta un máximo de cuatro cursos», y que además el alumno se libra de evaluarse de euskera «pero no» de estudiarlo. Le anima a que los profesores, la adolescente y sus padres se impliquen a fondo para que supere sus «carencias». El Departamento señaló ayer a este diario que el caso es claro porque la ley se ha cumplido. Fuentes oficiales añadieron que la delegada de Educación en Álava, Blanca Guerrero, se pondrá en contacto con Corazonistas para conocer su versión de los hechos.
Bermúdez ha escrito «más de mil correos electrónicos» a diputados, partidos políticos y al Ministerio de Educación. En estas páginas, envía un llamamiento al ministro José Ignacio Wert. «Yo no entiendo de política, ni quiero entender. Mis hijos aman esta tierra. No tenemos nada contra el euskera, pero creemos que nuestra situación excepcional se podría arreglar», concluye. «Sólo pido que mis hijos no se queden sin estudios».
Carta abierta: «Señor Wert, ¡ayúdenos!»
« Me llamo Marcela Patricia Bermúdez… Soy colombiana pero también tengo la nacionalidad española… Me parece bien que se potencie la lengua vasca, pero no creo que perjudique en nada a esta lengua el hecho de que mis hijos, que la desconocen, porque obviamente no la hablamos en casa y porque tampoco se oye en la calle, no la dominen…He recorrido todas las oficinas del Gobierno vasco donde me dicen que ‘la ley es la ley’. He enviado cartas a todos los partidos políticos y sindicatos, a todos los congresistas y senadores e incluso al Ministerio, sin obtener una solución… ¡Ayúdenos, señor Wert! ¡ Estamos desesperados! Es mi última esperanza».