IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Lo peor es esa angustiosa sensación de improvisación y de moverse empujados por las olas de una coyuntura adversa

La medida estrella adoptada por el Gobierno para luchar contra la escalada de precios, la rebaja al 5% del IVA que grava la electricidad, es una medida cosmética que arruinará las arcas del Estado y, en todo caso, será insuficiente para arreglar el problema de los precios de la energía. ¿Le parece un juicio sesgado y excesivamente duro?. Pues sepa que no es mío, es de la vicepresidenta tercera y yo no soy quien para contradecirla. ¿Cuándo lo dijo? Pues hace 15 días en el Senado.

¿Qué ha sucedido en estas dos semanas para que lo que era antes insuficiente se convierta de pronto en necesario y lo que era simple cosmética se transforme en medida de calado? La respuesta es bien sencilla: las elecciones andaluzas que han volcado el tablero político.

La decisión no es mala, supongo, aunque sus efectos sean limitados. Lo que no tiene un pase es que sea toda una vicepresidenta del Gobierno, y precisamente la encargada de los asuntos energéticos, quien mantenga esa opinión, de la que se reafirmó el pasado jueves en un foro público cuando añadió que «las medidas fiscales no arreglarán el problema». Correcto, la pregunta entonces es ¿quién, cómo y cuándo lo arreglará?

Está claro que la mayor parte de las soluciones no están en manos del Gobierno. No puede detener la guerra, ni conseguir que los países árabes o Estados Unidos nos vendan el gas más barato, aunque quizás hubiese sido de ayuda una posición más cabal, sosegada y acordada en el tema del Sáhara Occidental. Si hay un momento adecuado para enfadarse con Argelia, desde luego no es este.

«Las medidas fiscales no arreglarán el problema», reafirmó el pasado jueves la vicepresidenta tercera

Así que las subvenciones a los precios no han funcionado -recuerde lo sucedido con los famosos 20 céntimos de los carburantes-, el tortuoso mecanismo elaborado para topar el precio del gas ha resultado un fiasco, y ahora la vicepresidenta nos dice que las medidas fiscales, que siempre han gozado de gran predicamento en la población, no van a arreglar nada. Y luego me acusará usted de hacer análisis pesimistas. Pues mira que este es un prodigio de discurso optimista. Yo diría que es, más bien, un reconocimiento de impotencia.

Tenemos otro problema añadido. En la medicina tradicional estos líos acostumbran a ser tratados con una medicina muy conocida, que consiste en repartir dinero entre los perjudicados. Pues resulta que no disponemos de ella en los estantes de nuestra paupérrima farmacia. Las arcas públicas están exhaustas y a pesar de ello vamos a tener que ampliar nuestro gasto militar, actualizar las pensiones, cubrir las promesas de nuevas ayudas realizadas ayer y pagar el extracoste del servicio de la deuda que va a exigir la inevitable subida de tipos de interés que nos asoma por el inmediato futuro. La situación afecta a todos los países, al menos a todos los europeos, pero los países ‘hormiga’ tienen bien surtidos los anaqueles donde se apilan los dineros, pero los países ‘cigarras’ los tenemos más vacíos que los supermercados de Nicolás Maduro.

Lo malo es la estruendosa incapacidad para resolver el problema, que no es nada sencillo. Pero lo peor es esa angustiosa sensación de improvisación, de carencia de iniciativa, de moverse empujados por las olas de una coyuntura adversa. Seguro que conoce el adagio marino que dice ‘No hay viento favorable para quien no sabe donde va y carece de rumbo’.

Pues eso, al Gobierno le falta criterio, le faltan soluciones, no tiene capacidad de gestión, carece de iniciativa y le sobra indefinición. ¿Dónde vamos así? ni idea. A buen puerto, seguro que no.