Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli
  • El escenario que se perfila en el horizonte es el de tres partidos dominantes, PP, PSOE y Vox, acompañados de una turba heterogénea de incordios marginales, prestos a vender caro su apoyo

Desde la Transición hasta 2015, el sistema de partidos en España admitía la descripción de “bipartidismo imperfecto”, es decir, dos grandes fuerzas políticas de ámbito nacional, una socialdemócrata, la otra liberal-conservadora, que reunían el 80% del voto en las elecciones generales y que se turnaban en el poder, con o sin mayoría absoluta. El adjetivo “imperfecto” derivaba de la presencia de grupos nacionalistas en Cataluña y en el País Vasco, siempre prestos a hacer de muleta del gran partido nacional con minoría mayoritaria a cambio de suculentas cesiones en competencias, dinero y creciente reconocimiento institucional, simbólico, lingüístico y cultural. Esta situación se quebró con la aparición de tres nuevos actores, también de implantación en toda nuestra geografía, Podemos, de extrema izquierda, Ciudadanos, liberal-centrista y Vox, conservador. La potente irrupción de estas nuevas siglas se explicó por la crisis financiera de 2008, la progresiva radicalización del separatismo catalán y la debilidad meliflua del PP de Rajoy y su oficial mayor SSS frente a la agresiva ofensiva ideológica y política del comunismo chavista y del secesionismo golpista. Cada una de estas formaciones enarboló banderas que los dos polos del duopolio previo no habían sabido alzar con suficiente brío, Podemos la de la defensa de los sectores más perjudicados por la recesión global, Ciudadanos la de la lucha contra la corrupción y la de la unidad nacional y Vox las del combate frontal contra la ideología woke, el control de la inmigración ilegal y la afirmación de España como Nación.

Vox crece de forma sostenida en cada convocatoria a la que se presenta y todo apunta a que puede jugar un papel relevante en el giro de ciclo político que se avecina

Después de su aparición fulgurante, estas nuevas opciones electorales están corriendo suertes diversas. El comunismo bolivariano mengua por su fragmentación en grupúsculos enfrentados entre sí, por sus inconsistencias y por su recurso a prácticas turbias en su financiación y Ciudadanos va camino de la extinción tras los monumentales errores estratégicos de sus dos principales dirigentes y es percibido hoy como irrelevante. Vox, en cambio, crece de forma sostenida en cada convocatoria a la que se presenta y todo apunta a que puede jugar un papel relevante en el giro de ciclo político que se avecina.

El resultado de las elecciones andaluzas, con un incremento espectacular del PP y tan sólo discreto de Vox, la desaparición de Ciudadanos, la jibarización del espacio podémico y con la suma de los escaños de los dos partidos en alza duplicando los de la izquierda en su conjunto, que se ha desplomado sin remisión, parece anunciar la salida de Pedro Sánchez de La Moncloa dentro de año y medio. Este fenómeno ha hecho que algunos analistas hayan empezado a augurar el regreso del bipartidismo. Así, la evaporación completa de los naranjas y la reducción de la algarabía deconstructora a pura marginalidad impotente, dejaría el campo libre de nuevo a la hegemonía de las dos fuerzas “sistémicas”. Sin embargo, hay un factor que emborrona este cuadro: la existencia pujante de Vox, que no muestra signos de desfallecimiento, sino lo contrario. El hecho de que en esta ocasión una mala elección de la candidata, extrayéndola de su ecosistema óptimo, que es el Congreso de los Diputados, para embutirla en los faralaes de un andalucismo forzado y un planteamiento erróneo de la campaña insistiendo en la amenaza de repetir elecciones si no gobernaban, haya dado una cosecha inferior a la deseada, no significa que en las próximas autonómicas y municipales Vox no consolide y ensanche su presencia. Por tanto, el escenario que se perfila en el horizonte es el de tres partidos dominantes, PP, PSOE y Vox, acompañados de una turba heterogénea de incordios marginales, prestos a vender caro su apoyo y a persistir en su propósito de demolición de la cohesión nacional, la prosperidad económica y los valores propios de la civilización occidental.

La mayoría PP-Vox

En este contexto, y dado que España se encontrará a finales de 2023 financieramente quebrada, moralmente desarbolada, territorialmente cuarteada e institucionalmente deteriorada tras el paso abrasador del tornado sanchista, resulta indispensable que la previsible mayoría PP-Vox sea viable, sea consistente y sea estable. Ello requerirá de las cúpulas de ambas organizaciones dosis suficientes de inteligencia, de visión a largo plazo, de prudencia y de patriotismo. Si ambas entendieran que el mejor camino para forjar un pacto sólido y operativo es no especular sobre posibles alianzas antes de que las urnas hayan hablado, ya habríamos adelantado un paso. Si, además, los líderes de PP y Vox prescindiesen de absurdos cordones sanitarios y de exigencias extemporáneas, se tratasen con respeto y se concentrasen en exponer sus propuestas para sacar a España del hoyo embarrado en el que la han hundido y ponerla en la senda de la recuperación, la unidad y el éxito, todavía, aunque tenue, tanto es el daño causado, sería posible la esperanza.