VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 12/05/16
· No ceja el señor Iglesias en esto de complicarle la vida al PSOE con una ocurrencia cada día. Porque no otra cosa es proponerle nada menos que una coalición para acudir en las próximas elecciones en listas conjuntas al Senado cuando el plazo para la presentación oficial de las coaliciones está a punto de cerrarse.
Pero el líder de Podemos pretendía que Sánchez le dijera que sí, a pelo, sin más reflexión ni más negociación, ni más confrontación de programas electorales. Ah, que eso no es lo importante, que lo importante es impedir que el PP vuelva a ser mayoritario en el Senado. O sea, que lo de los programas es lo de menos y que qué más da que, por ejemplo, el número uno de esas listas defendiera el referéndum de autodeterminación en varias comunidades autónomas –naciones, en su planteamiento– y el número dos se opusiera a semejante propuesta.
¿Será esto a lo que Iglesias y los suyos se han empeñado en llamar «nueva política»? La verdad es que nueva sí es, en el sentido de que nunca habíamos asistido a una frivolización de ese calibre y a un desprecio tan descarado a las instituciones de nuestro sistema democrático.
Pedro Sánchez no podía decir más que lo que ha dicho, «no, gracias» a una propuesta que era en sí un escándalo político. Pero, como la opinión pública se está acostumbrando a aceptar eslóganes en lugar de ideas e imágenes en lugar de hechos, no sería de extrañar que sea el líder socialista quien acabe perjudicado en su reputación por no querer pactar con Podemos. Porque lo que queda después del disparate es que uno ha tendido la mano al otro y este otro ha dicho que no. Y eso es todo.
En realidad no es todo porque a Sánchez ha estado a punto de abrírsele una brecha interna de envergadura a cuenta de esta corriente pactista que en la izquierda española ya marca tendencia, como en la moda. Porque el líder socialista valenciano, Ximo Puig, estaba dispuesto a subirse con entusiasmo al carro de la lista conjunta porque él también sabe que, de no hacerlo así, el PP le volverá a comer la merienda al PSOE en esa comunidad autónoma, y mira que han pasado cosas en Valencia a cuenta del Partido Popular. Ha tenido que plantarse la dirección y decirle a Puig que se baje inmediatamente del carromato porque, de momento, quien decide la política de alianzas es Ferraz, que el federalismo está muy bien pero «a modiño» que se dice en Galicia, y que se atenga a las directrices emanadas de la dirección.
Esta ocurrencia de Pablo Iglesias no es más que la enésima prueba de lo mucho que va a incordiar Podemos al PSOE hasta que se celebren las elecciones y aún después de celebradas. Una vez engullida Izquierda Unida se trata de acorralar al PSOE ante los posibles votantes de la izquierda para ir comiéndole los bordes del electorado. Y nada mejor que obligarle a rechazar muchas veces lo que sea, no importa qué. Pero que se vea que rechaza, que se niega a juntar sus esfuerzos con el otro partido que haría posible llegar el poder. Nada interesa más a Podemos que un PSOE inquieto, inseguro e incómodo con el papel que se le quiera adjudicar.
Pedro Sánchez va a tener que entrenarse a fondo para devolver con éxito todas las bolas.
VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 12/05/16