El Correo-TONIA ETXARRI

Sostiene Ciudadanos que en el seno del Partido Socialista existen los ‘no sanchistas’. Una tesis que le conviene mantener como estrategia electoral, pensando que una buena bolsa de votos socialistas desencantados podrían depositar su confianza en la alternativa de centro derecha, en las próximas elecciones. Los últimos sondeos, sin embargo, marcan la tendencia en otra dirección al señalar que el beneficiado del desplome de Podemos es, precisamente, el PSOE.

Pero a Albert Rivera le interesa apoyarse en los más críticos con Sánchez para alimentar la idea de la división interna dentro de la familia socialista. Que la hay, sin duda. Pero que las divergencias no van a provocar una crisis irreparable en el partido que ahora gobierna España con 84 diputados. Los socorridos barones ya pudieron comprobar la capacidad de cuajo de Pedro Sánchez después de que tuviera que dimitir cuando perdió la votación de aquel convulso comité federal de hace dos años. Resistencia, capacidad de renacimiento y voluntad de venganza con los críticos. Lo han visto todo en Sánchez. Por lo tanto, si existen socialistas ‘no sanchistas’ apenas se notan y, sobre todo, no traspasan. Sus testimonios quedan en un desahogo sin consecuencias. No ejercen la mínima influencia en el secretario general de su partido y presidente del Gobierno. Ni los presidentes autonómicos Fernández Vara, García Page o Lamban, preocupados por el descalabro andaluz, desmarcándose de su estrategia más radical, han logrado que Sánchez corrija su rumbo plagado de retórica populista.

Ni siquiera su clásico: Alfonso Guerra. Partidario de aplicar el artículo 155 «indefinidamente» en Cataluña. Tan exigente como Pablo Casado desde el PP o Albert Rivera desde C’s, el exdirigente socialista reclama la aplicación de la Constitución, en su artículo 155, hasta que la comunidad autónoma catalana recupere la legalidad. Pedro Sánchez no tiene ninguna intención. Ni caso. Y sus socios salen al estrado a regalarle argumentos contra la idea de intervenir Cataluña. Aitor Esteban, sin ir más lejos. Tan aplaudido en las formas porque en esta semana en el Congreso le sobraron «dos minutos y algo» de discurso para arremeter contra el 155 pero tan contradictorio en el contenido. Diciendo que «no cabe suprimir la autonomía» y pasando la responsabilidad a la Generalitat de corregir sus propios incumplimientos. A la Generalitat de Quim Torra, antes de Carles Puigdemont. La misma que está incumpliendo sus obligaciones y está haciendo dejación de sus funciones. Pero al portavoz del PNV le pareció que quienes reclaman el 155 no concretan. Y fue más allá: «No es constitucional», dijo. ¿El PNV aferrándose a la misma Constitución que su partido y Bildu calificaron en el Parlamento vasco de tener una base «antidemocrática e históricamente falsa»?

Si Alfonso Guerra está defendiendo la Constitución estos días es porque ve una pobreza argumental y falta de convicción entre los que dirigen ahora su partido. Preocupado porque se puede acabar imponiendo la democracia «de aclamación» sobre la representativa, a diferencia de Zapatero, él sí cree que los gobernantes catalanes dieron un golpe contra las normas establecidas. Pero el presidente del Gobierno no escucha a sus críticos. Si finalmente Sánchez logra apoyos para sus Presupuestos, tendrá más argumentos para resistir en La Moncloa sin convocar elecciones. Torra se reunirá con él mientras apoya las manifestaciones violentas contra el Consejo de Ministros de mañana. El foco de desestabilización seguirá en Cataluña. Instalado en la anormalidad.