EL CORREO 26/03/14
TONIA ETXARRI
Está hablando la calle. Sin parar. Con la desaparición de Adolfo Suárez , los ciudadanos que vivieron la Transición se han deshecho en elogios durante el largo adiós hacia quien condujo nuestro país de la dictadura a la democracia. Todos los desahogos recogidos por las televisiones han ido destilando, sobre todo, añoranza. Y entre los testimonios de gratitud de tantos jóvenes que nacieron después de la aprobación de la Constitución, ha predominado el desengaño de la política actual. Lo que demuestra que los encuestados en los sondeos de opinión, cuando sitúan a la política en el tercer puesto de la lista de sus preocupaciones, no se refieren a la gestión con mayúsculas sino a una forma determinada de hacer política en la actualidad.
Las largas colas de ciudadanos que han rendido su homenaje personal al presidente Suárez, se han convertido en una gran antorcha de reclamo para que la concordia vuelva a desplazar al enfrentamiento más sectario y partidista. Los homenajes en vida los pudo percibir el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, porque la evolución de su enfermedad le permitió disfrutar del reconocimiento, cariño y votos de la gente. No le ocurrió lo mismo a Suárez quien, en sus once años de silencio y oscuridad, no pudo llegar a tiempo de contrastar el cambio radical de las lanzas de antaño convertidas, ahora, en flores de último suspiro.
Pero si el elogio generalizado se ha concentrado en las luces del personaje, es por la comparación inevitable de su figura con los gobernantes y parlamentarios actuales. Su memoria se ha vuelto , como arma arrojadiza, contra los políticos que se pasean ahora por las instituciones y los micrófonos, sorteando los casos de corrupción, chapoteando entre insultos y exhibiendo una descarada incapacidad para estar a la altura con los problemas de Estado.
La calle ha vuelto a pedir, con sus evocaciones nostálgicas de la Transición, mayor altura de miras. Más generosidad pensando en el interés general. Y menos servidumbres a las siglas partidarias . De los representantes que han optado por remar a favor de la corriente en este duelo , sorprende, sin embargo, que el PNV diga que echa de menos el espíritu de diálogo de aquel presidente de gobierno cuya primera visita a Euskadi, en 1980, boicoteó a bombo y platillo. En plena negociación del Concierto económico. Una visita que sirvió de prolegómeno del viaje de los Reyes, el 4 de febrero de 1981, que sufrieron el intento de reventón del acto en la casa de juntas de Gernika por parte de Herri Batasuna. Todo un cuadro.