TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Díaz es el mejor fichaje de Sánchez para maniobrar desde el PSOE y desde una marca blanca a su izquierda

Quizá bastase oír a Yolanda Díaz exaltando la fraternidad con el pueblo palestino poco después de que su brazo terrorista acabara de sembrar Israel de cadáveres, con violaciones escalofriantes, para intuir con qué nivel de escrúpulos podría acudir ayer a Barcelona a convertirse en profetisa de la amnistía. Confiar en que Yolanda Díaz dudase en nombre del Estado de derecho o siquiera del principio de igualdad es como confiar que a Donald Trump le pare los pies un ataque de respeto por las instituciones. No va a pasar. Ya se vio tras la visita de ella al líder prófugo del 1-O en el santuario de Bélgica, sin entender siquiera que algo no encajaba en la imagen de una vicepresidenta de un país casi rindiendo pleitesía a un fugitivo por atentar contra el orden constitucional de ese país. Yolanda Díaz sólo tiene una obsesión, como Pedro Sánchez: esos siete escaños al precio que sea. Ambos son políticos muy profesionales de mínimo anclaje moral: primero la investidura, y después habrá tiempo de maquillar el relato. Cuatro días después de la masacre de Hamás, con decenas de bebés incluso decapitados en los ‘kibutz’, en Sumar recalcularon y decidieron que tácticamente convenía hablar ahora de terrorismo, negado hasta horas antes incluso por Enrique Santiago. Ya les pasó con Putin en Ucrania. Si alguien cree que la amnistía les iba a provocar dudas morales, ya pueden encomendarse rezando lo que sepan para las elecciones de 2027.

Hay algo que confunde en Yolanda Díaz. Unos días parece brillante y otros parece el cerebro más bobo en la política española al menos en el siglo XXI. Hay que irse muy atrás para oír algo tan descacharrante como la teoría del horizonte que priva a Madrid de ver tan allá como Barcelona o su fabulación de los padres del colegio vitoreándola por lo de Puigdemont, salvo, quizá, ya en Mrs. Chance total, su particular versión de las fantasías de Douglas Rushkoff sobre los ricos huyendo en cohete del planeta para dejar el infierno a los pobres. Tal vez sólo sea una disfunción más del Principio de Peter: una mujer bien dotada como negociadora sindical con todos los atributos del ‘culo di ferro Berlinguer’, útil en Trabajo para cerrar acuerdos, acaba promocionada a un cargo en el que sus carencias quedan al descubierto cuando le toca enhebrar ideas complejas más allá de los argumentarios. Pero Yolanda Díaz es, sin duda, el mejor fichaje de Pedro Sánchez para maniobrar desde el PSOE y a la vez desde una marca blanca a su izquierda. Sus discrepancias no superan el teatro escolar. Para la amnistía, ella ha hecho la primera parte del trabajo con sus penalistas de cabecera, y ahora Sánchez podrá dar una versión más edulcorada para exhibir que no van a tragar con ruedas de molino. Actúan coordinados y lo esencial es venderle a su clientela que la amnistía no es un chantaje del independentismo sino una oferta de la izquierda desde sus convicciones profundas en nombre de la concordia. Qué cosas.