Jesús Cacho-Vozpópuli
“Brillante la entrevista con Cayetana Álvarez de Toledo que hoy publica El País. Ahí están reflejados, como en una radiografía de cuerpo entero, casi todos los males que asolan a este país y también sus posibles soluciones, que deberían girar en torno a `la construcción de esa alternativa que España necesita’. A ver si Casado se da prisa… Una mujer de talento, tan raro en la derecha española, convertida quizá en el último rompeolas contra el que deberían estrellarse los planes disolventes de Sánchez y sus aliados”.
Es el texto de un WhatsAp que el domingo 16 de agosto remití a muchos amigos con los que comparto impresiones, también sueños y no pocas frustraciones, a través de ese canal. La apostilla del “a ver si Casado se da prisa”, que pretendía aludir a la necesidad de concretar cuanto antes esa alternativa que, según Cayetana, España necesita hoy más que nunca, fue contestada el lunes por algunos con la natural rechifla una vez conocido el resultado del lance: “Pues parece que Casado te ha escuchado y se ha dado prisa en cargarse a Cayetana”.
Ocurrió que “a Pablo se le hincharon las pelotas” (sic) cuando a primera hora del domingo se echó al coleto la entrevista de marras en El País, una pieza dura y sin concesiones, respondida por la aludida con su acostumbrada brillantez, de cuya existencia María Pelayo, jefa de prensa del PP, se había enterado el sábado por la tarde, sin posibilidad material de concretar o enmendar nada, “y todos temblando en Génova a ver qué iba a decir” (sic). Lo que dijo Cayetana pertenece al acervo identitario de esa regeneración democrática que tantos españoles reclaman a la iliberal derecha española, derecha desde hace tiempo desnortada, pero derecha obligada, como ha ocurrido siempre a lo largo de nuestra historia, a llevar a cabo las reformas que España necesita en todos los órdenes para convertirse en ese país moderno y no atrabiliario que esos mismos españoles reclaman, algo que nunca podrá llevar a cabo la izquierda populista que hoy preside Pedro Sánchez con el espolón comunista de Pablo Iglesias y los separatistas.
Hablaba Cayetana de la necesidad de reñir la batalla cultural a la izquierda, batalla a la que el PP renunció de la mano del malhadado marianismo. Que es tanto como decir acometer el rearme ideológico de una derecha convertida en un solar doctrinal desde el segundo Gobierno Aznar y más concretamente desde que Mariano decidiera expulsar a liberales y conservadores del partido tras el congreso de Valencia. Y hablaba, ella tan pretendidamente caricaturizada como de extrema derecha, de la necesidad de un Gobierno de concentración constitucionalista con el PSOE de Sánchez, contraviniendo expresamente las directrices emanadas del partido y del propio jefe máximo, quien reiteradamente ha descartado tal posibilidad mientras al frente del PSOE figure “un tipo tan radicalmente amoral como Pedro Sánchez”.
La discrepancia marca el fondo de un episodio que ha encumbrado la imagen de Cayetana como heroína de última hora, ha dañado las posiciones del PP y ha debilitado sobremanera la figura de Pablo Casado. Mucha tela que cortar. “Pablo llevaba tiempo diciendo que estaba harto de hacer de portavoz de su portavoz, desmintiendo cosas que contravenían las líneas directrices emanadas de los órganos del partido. Por ejemplo, lo del Gobierno de concentración. Por ejemplo, lo de que vamos a repartirnos los puestos del órgano de Gobierno de los jueces, y no vamos a repartir nada, no vamos a entrar en ese chalaneo, Jesús, que habéis comprado la mercancía que os ha vendido una mujer ciertamente muy brillante pero también con una carga de egolatría y narcisismo fuera de lo común. Lo ocurrido no tiene nada que ver con una disputa ideológica dentro del partido. No hay razones ideológicas, no os equivoquéis, Pablo no es Mariano, y esto no es una vuelta al marianismo. No van por ahí los tiros, por mucho que así lo quieran vender algunos exquisitos de la derecha escribidora”.
“Los órganos de Gobierno del partido, la junta directiva y el comité ejecutivo nacional, adoptan una estrategia política y marcan unas directrices que la portavoz debe defender aunque no coincidan plenamente con sus puntos de vista. Su puesto tiene ventajas pero también servidumbres, la más importante de las cuales es respaldar la línea política emanada del partido. Y si no asumes esa obligación, lo tienes que dejar. Si no te gusta, te tienes que ir. Todo menos pretender hacer de la portavocía una especie de compartimento estanco dentro del partido. Que Cayetana es brillante, sí; que a veces dice verdades como puños, también, pero ese puesto tiene unas responsabilidades que ella nunca quiso asumir. Había, además, problemas graves de gestión del grupo, derivados de su dificultad para trabajar en equipo. Al presidente no le ha llegado un solo papel en mucho tiempo desde el grupo parlamentario. Pablo la fichó y apostó por ella, pero no la ha podido sostener. La sensación dentro del partido es de alivio, porque la coordinación va a mejorar mucho”.
Casado sale tocado del lance
El líder del PP sale tocado del lance. Los signos externos del affaire Cayetana son recordatorio nuevo de los viejos males que una derecha acomplejada que ha consolidado su rechazo al talento, a la independencia de criterio, y a la posibilidad de tratar a los ciudadanos como adultos y no como niños dispuestos a tragarse cualquier sapo. “En el PSOE están de celebración: ya mandan también en el PP. Casado ha comprendido que su partido no está llamado a ser alternativa, que lo suyo es repartirse el poder en los órganos constitucionales y esperar a que le llegue la alternancia. Mariano ha vuelto” (Rosa Díez). “En su apego a la meritocracia inversa, izquierda y derecha son iguales. Pero solo la derecha asume los esquemas del adversario y ejecuta a los suyos para complacerlo (Juan Carlos Girauta). “La crónica de un cese anunciado ha terminado y el PP ha vuelto a mostrar su peor rostro, el de la mediocridad, el pasteleo, el seguidismo de las ideas de sus adversarios y la falta de una base conceptual y moral sólida” (Alejo Vidal-Quadras).
Del discurso con el que se presentó a las primarias compitiendo con Soraya Sáenz de Santamaría y que en su día encandiló a la afición cada vez va quedando menos. El marianismo está tan vivo en el PP, su presencia es tan evidente, que el palentino parece haber renunciado a enarbolar la bandera de la regeneración para acomodarse plácidamente en ese bipartidismo imperfecto que hace tiempo -ya en los noventa, que es cuando debería haberlo intentado- renunció a regenerarse desde dentro y ahora solo aspira a acabar con los recién llegados –Podemos y Vox, tras haber dinamitado Ciudadanos- para seguir repartiéndose el pastel hasta más allá de lo razonable. Hasta que el cuerpo aguante o hasta que todo explote y salte por los aires, que también podría ocurrir. Perdido para siempre el PSOE que conocimos en la Transición, ahora en manos de un apuesto mozo de mulas sin escrúpulos, cabe preguntarse si aún hay margen para la esperanza con Pablo Casado. ¿Merece el personaje, a pesar de los pesares, el beneficio de la duda?
Quienes trabajan con él codo con codo, gente con criterio que no necesita lamerle las botas para ganarse la vida, confían en la valía del personaje y la solidez de sus valores. “Es el reverso de Mariano, un verdadero adicto al trabajo que nos lleva con la lengua fuera, al que le gusta leer y estudiarse los temas a fondo. Un hombre que quiere saberlo todo, con una profunda carga ideológica y una idea clara de lo que quiere hacer con España”. ¿Por qué, entonces, esa imagen de tipo débil que proyecta, instalado en la duda permanente, al que los barones parecen haber doblado el pulso? Su esperado discurso del miércoles ante la Junta Directiva Nacional, tras “lo” de Cayetana del lunes, resultó ideológicamente romo. El PP sigue ayuno de ese proyecto para España que tantos ciudadanos reclaman.
En unos pocos meses vamos a conocer la suerte definitiva de la vieja balsa de piedra que hoy navega sin rumbo»
Lo que parece evidente es que el episodio ha colocado a Pablo Casado Blanco, 39 años, en el disparadero, obligado a demostrar de una vez por todas si es el tipo de criterio y con proyecto que dicen sus exegetas, o estamos ante el hombre permanentemente instalado en la duda que parece transmitir muchos de sus actos. La incógnita no va a durar mucho tiempo. Su futuro, y probablemente el de España entera, se va a dilucidar en unos meses, un tiempo que ya está encima, el de un otoño calamitoso que se aproxima a marchas aceleradas con toda su carga de desgracias imaginables dispuestas a caer sobre un país cuarteado por 17 taifas sumidas en el mayor de los vacíos de autoridad, porque nunca como ahora dio España la sensación de estar sin nadie a los mandos. Con el maldito virus volviendo por sus fueros y la amenaza de un nuevo confinamiento de la población, todas las hipótesis están abiertas, y todas a cual peor. En unos pocos meses vamos a conocer la suerte definitiva de la vieja balsa de piedra que hoy navega sin rumbo.
Si Pablo acepta seguir repartiéndose con el PSOE el botín de la Justicia, o si los barones le hacen pasar por las horcas caudinas de unos PGE contrarios a los intereses generales, el palentino habrá despejado las incógnitas enunciadas en la peor dirección posible. Entonces se habrá acabado cualquier expectativa de una derecha liberal dispuesta a acabar con las taras del pasado. Lo que en ningún caso quiere decir que no pueda llegar un día a la Moncloa. Hemos conocido en la presidencia del Gobierno de España a tipos tan “baratos”, conceptualmente hablando, que Casado no tiene ningún motivo para sospechar que no pueda llegar a ser uno más en la lista. Pero, sin “revolución” cultural y de valores, sin regeneración democrática, eso solo significaría que España seguiría flotando sobre el mar de iniquidad en el que lleva instalada desde hace tiempo.