Ya solo nos faltaba esto de ver a los empresarios contagiados por esa manera tan brusca y desagradable que tienen los políticos de dirimir sus diferencias. El lanzamiento de exabruptos y las descalificaciones personales son una manera poco edificante de colaborar. Y, lo que es peor, es poco eficiente. No sé lo suficiente de la cuestión que ha enfrentado a los presidentes de Iberdrola y Sidenor como para terciar en ella y atribuir culpas y apoyos, pero me resulta enormemente triste que dos campeones de empresa con tanta relevancia en el País Vasco utilicen los periódicos y se crucen agrios comunicados de prensa o acusaciones públicas frontales. Y peor aún, cuando involucran a los partidos políticos. El lío es, entonces, redondo y completo.
Esto de que los proveedores pretendan vender sus productos lo más caro posible y los compradores exijan comprarlos lo más barato que se pueda es algo tan viejo como la humanidad. Seguro que a los vendedores egipcios de papiro les pasaba lo mismo. Lo que es nuevo es que salgan a la superficie esas presiones tectónicas, como sucede con los volcanes. En este sentido sí hay diferencias. La fijación de precios en el sector eléctrico es un arcano que pocas personas entienden, aunque todas lo padezcan, mientras que el precio de los productos siderúrgicos está sometido -para desgracia de proveedores y contento de sus clientes- a precios internacionales. Y ya sabemos que no existe una manera mejor de laminar precios, de cualquier producto en cualquier mercado, que poner a los fabricantes a competir entre sí. Y cuanto más competidores haya y mas diverso y amplio sea el mercado, mejor. Son los beneficios del libre mercado que tanto bien hacen y que tan poco aprecian los progresistas instalados en el poder.
El PNV se encargó ayer de adornar la disputa con una intervención de su portavoz en el Congreso que traerá cola. Hasta ahora, los jetzales se había cuidado mucho de enervar a Galán, conscientes del peso que tiene en los ingresos públicos vascos y el poder de atracción que irradia sobre una larga cadena de proveedores. ¿Se terminó ayer esa histórica y dilatada ‘luna de miel’? ¿Se inicia una era de glaciación? Esperemos que no, pues por más que haya sido criticada, esa política de colaboración ha dado grandes frutos y no solo comerciales. También los ha dado en los aspectos técnicos, en el I+D, en la Universidad, la cultura, etc. Un bien que no convendría perder y que todos tenemos obligación de conservar. Así que confiemos en que respiren hondo, se calmen, abandonen los personalismos y se pongan a trabajar en el acuerdo, que hay mucho tajo.