Cristian Campos-El Español

Los votantes de Ciudadanos hemos corrido durante los tres últimos años más rápido que la realidad. Pero la España del sanchismo no ha resultado ser un esprint, sino una extenuante carrera de fondo, y la realidad ha acabado por alcanzarnos. Ocurrirá este domingo 28 de mayo. Porque ningún sondeo reciente le da opciones a los naranjas en ningún ayuntamiento o comunidad relevante. Ni siquiera en Madrid o Barcelona. 

El 28M, frente a la urna, los votantes de Ciudadanos deberemos escoger. O la realidad o el quijotismo. Algunos andan anunciando ya que escogerán «los principios», que es una actitud muy similar a la de esa izquierda que se refugia en las intenciones cuando sus medidas se estrellan en la realidad. Vale, sí, estos son tus principios, y tus intenciones, y tus esperanzas. ¿Pero qué efecto van a tener en el mundo real? 

El 28M comprobaremos, en fin, si el mito de la racionalidad del votante de Ciudadanos es cierto o si el simpatizante naranja es, en realidad, sólo una versión 2.0 del votante de Podemos o de Vox. 

***

Ciudadanos llegó a Madrid como parte de la «nueva política». Uno de sus objetivos era evitar que PSOE y PP se vieran obligados a recurrir a sus extremos para gobernar. Ciudadanos era el antiPodemos, el antiMásMadrid, el antiVox, el antiPNV, el antiBildu, el antiJunts y el antiERC. 

Y ese era su principal atractivo. Su condición de navaja multiusos liberal contra el populismo, el nacionalismo, el chantajismo, el caciquismo y el guerracivilismo.

Pero la realidad es que este 28M muchos candidatos del PSOE y del PP (pero sobre todo del PP) se quedarán a sólo unas décimas de un resultado que les permita gobernar sin la hipoteca de un pacto con los extremistas.

Y esas son exactamente las décimas que los votantes de Ciudadanos van a tirar a ese triturador al que van a parar los votos de los «principios». 

Sólo una pregunta final. Si tu voto son tus «principios», ¿qué sentido tiene tirar tus principios a la basura? 

***

¿A quién estarán en realidad votando los votantes de Ciudadanos el 28M allí donde el partido no consiga representación? Al partido radical con más opciones de condicionar al ganador de las elecciones. A Vox en Madrid. A Vox en la Comunidad de Madrid. A Ada Colau en Barcelona. A Vox en Castilla-La Mancha. A Vox en la Comunidad Valenciana. A Compromís o a Vox en Valencia. A Podemos o a Vox en Sevilla.

Algo difícil de aceptar en un partido que llegó a la política nacional para evitar, precisamente, lo que ocurrirá 24 horas después de las elecciones si ese 2, 3 o 4% de los votos se desperdicia a cambio de nada. 

El dilema, desde luego, no es banal. Porque un 2, un 3 o un 4% de los votos puede ser la diferencia entre un gobierno como el de Juanma Moreno en Andalucía y el de Mañueco en Castilla y León. Un mundo. 

***

Un tren desde Santander a Bilbao tarda hoy, en 2023, lo mismo que tardaba en 1953, en la España franquista de la posguerra: tres horas. La suerte que tiene Miguel Ángel Revilla es que esas televisiones en las que él vive en régimen de mediopensionista están todas en Madrid, donde sí existen trenes y servicios públicos del siglo XXI. 

A ver si alguien le pregunta al respecto en su próxima aparición televisiva.

***

Isabel Díaz Ayuso pidió ayer jueves de nuevo la ilegalización de EH Bildu. Lo hace por una razón comprensible: para colonizar todos los abrevaderos demoscópicos de Vox y no depender de ellos tras las elecciones. Pero el fin no justifica los medios. Porque la propuesta no es sólo jurídicamente inviable, sino también políticamente indeseable.

En primer lugar, porque descarga la responsabilidad del PSOE en los jueces, liberándole de una de sus cargas más pesadas: sus pactos con EH Bildu. Y el sentido común dice que es el PSOE el que debe asumir su responsabilidad y romper con quienes incluyen a terroristas en sus listas, no el Poder Judicial el que debe ahorrarle el trago ilegalizando a los de Otegi. ¡Menudo regalo sería ese para el PSOE! En el País Vasco, desde luego. Pero también en Madrid. Y no digamos ya para EH Bildu y el PNV, por motivos distintos. 

*** 

En segundo lugar, porque descarga también a los ciudadanos vascos de su responsabilidad. ¿Y qué es eso de tratar como niños a ciudadanos adultos?

***

Jamás ha sido buena idea paliar los efectos secundarios que el voto de los ciudadanos provoca en la vida de esos mismos ciudadanos. Por eso, de hecho, sigue vivo hoy el nacionalismo en Cataluña (incluso después del fiasco del 1-O y la ruina consiguiente). Porque todos los gobiernos centrales desde 1978 han compensado a los ciudadanos catalanes por los efectos de su voto como si el Estado fuera una compañía de seguros que no protege de la pobreza, sino de la estupidez. 

Como esos simpatizantes del terrorismo islamista que se empeñan en achacar a la marginación los atentados perpetrados por unos terroristas que repiten una y otra vez que asesinan por su religión, Madrid se ha empeñado en achacar a «los sentimientos» el empeño de unos españoles en demoler la economía, la cultura y la convivencia en su región por motivos estrictamente racistas. El independentismo dice «os odiamos y queremos que os vayáis de nuestra tierra» y Madrid responde «están pidiendo amor, así que vamos a darles un poco más de dinero, que para ellos es lo mismo». 

Si los vascos y los navarros quieren ser gobernados por EH Bildu, que así sea. Los regalos se abren y que Darwin haga el resto.

***

¿Cuánto cuesta amañar unas elecciones? Mucho menos de lo que parece. 10.000 votos en Melilla (casi el 20% del censo) a 150 euros por voto suponen un gasto total de un millón y medio de euros. Apenas una muesca en el presupuesto de un hipotético gobierno enemigo que quisiera reventar unas elecciones. La suerte para España, claro, es que todos los países que nos rodean, incluido Marruecos, son aliados del Gobierno.  

Salvo Portugal. Con esos sí que deberíamos andarnos con cuidado. 

***

La campaña ha entrado en fase de derribo (ETA pierde fuerza) y el que mejor lo ha entendido es Podemos, que lleva tres o cuatro días intentando llamar desesperadamente la atención del respetable de la misma manera que Meghan Markle y el príncipe Harry en el famoso (y muy polémico) capítulo de South Park. A gritos. 

En Podemos han aparecido en público con camisetas con la cara del hermano de Isabel Díaz Ayuso, le han acusado de un presunto delito que fue desechado por la Fiscalía Anticorrupción española (además de por la europea), han propuesto una modificación del Código Penal que condenaría a cuatro años de cárcel a quien intentara desalojar a un okupa, se han encarado con ciudadanos en la calle al grito de «mi marido y yo hacemos lo que queremos con nuestro dinero» (algo que querríamos hacer todos si Podemos nos lo permitiera), han tergiversado con la peor intención posible una alusión de El Hormiguero a la candidata de Podemos en Valencia, han acusado a Compromís de ser «un partido de centro» (algo, al parecer, inaceptable para sus votantes) y han propuesto la creación de una app que controle quién hace las tareas domésticas en casa. 

¿El objetivo real de tanta hiperactividad? Yolanda Díaz

***

Anteriores entregas de Maldades de campaña:

Día 1 de campaña: La campaña empieza en Barcelona con la tradicional pegada (de mamporros)

Día 2 de campaña: El combate del siglo: ETA y los okupas contra Joe Biden

Día 3 de campaña: A Bildu le molesta «el ruido de Madrid» y pide silencio sepulcral

Día 4 de campaña: Pablo Iglesias amenaza con generar «conflicto» y ERC se estrella en Barcelona

Día 5 de campaña: En el PSOE no son conscientes aún, pero el hechizo se ha roto

Día 6 de campaña: El nuevo Bildu: mismo sabor, un 15% menos de terrorismo

Día 7 de campaña: Los españoles son los seres vivos que más se parecen al PSOE, según el CIS