Tonia Etxarri-El Correo

Esta crisis nos recuerda lo poco autosuficientes que somos, lo mucho que dependemos de los demás

España ya ha superado a China en número de fallecidos. Vamos contra reloj porque en nuestro país se reaccionó tarde. Un triste récord que obliga a tener claro qué está pasando ahora después de la falta de reacción que ha puesto en riesgo la salud de tantos ciudadanos. Me mantengo en mis trece sobre la inconveniencia de recrearnos en la irresponsabilidad de haber fomentado las manifestaciones multitudinarias del 8 de marzo. Ahora no toca. Tiempo habrá para esos reproches. Pero si el Gobierno sigue a remolque de los acontecimientos, la crítica en tiempo presente, más que un deber de la oposición, es un derecho cívico.

Vamos a remolque. Si en nuestro país, donde podemos presumir de la mejor sanidad (pública y privada), el porcentaje de infectados en el personal sanitario (los que tienen que cuidar de los enfermos) supera el 13%, hay que preguntarse qué se sigue haciendo mal. Y la clave está en el origen. En la falta de previsión. La carencia de equipos sanitarios. «Estamos en primera línea de batalla y no tenemos armas», se quejaban las enfermeras de Galdakao hace más de una semana. La OMS empezó a advertir del tsunami sanitario que nos iba a arrollar poco antes de Navidad. Vimos a China, a Italia y sólo a partir del 12 de marzo se empezaron a hacer los primeros test a los profesionales sanitarios. ¿Por qué Alemania tiene menos fallecidos que nosotros? Porque fue más previsora. Su Gobierno se anticipó y empezaron a hacer pruebas a principios de año. En nuestro caso los errores se han ido sucediendo, como un efecto dominó. Y el Gobierno llegó tarde y sin saber moverse en el mercado chino (que se convirtió en un bazar persa). Lo confirmaron empresarios que exportan de China a España.

Ahora estamos viendo los resultados. Un mando único tan noqueado que algunas comunidades autónomas y ayuntamientos empezaron a tomar sus propias decisiones. Las empresas privadas también han reaccionado reconvirtiendo su producción, poniendo sus medios al servicio de la salud de todos. Ocupando los espacios de las ONG. Medio millón de mascarillas procedentes de China gracias a la mediación del rey Felipe VI (tan criticado de forma frívola por su último discurso).

Mientras esperamos la reversión de la curva de infectados, el pico que nos llega es el de la ansiedad. En Cataluña se dobla la cantidad de infectados ante la pasividad de la Generalitat. En Euskadi, Urkullu aprueba un paquete de medidas mientras se resiste a que se paralice toda la economía. Son tiempos de aprendizaje. Y de humildad. Si Carmen Calvo, también infectada, se ha acogido a la sanidad privada, es su libre opción. Pero resulta chirriante haberla visto como propagandista de la sanidad pública en desdoro de la privada. Esta crisis nos recuerda nuestra vulnerabilidad. Lo poco autosuficientes que somos. Lo mucho que dependemos de los demás.