Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Entre otras muchas y más desagradables cuestiones, el maldito bicho nos abre un dilema que me parece crucial. ¿Debemos parar todas las actividades que no sean estrictamente necesarias y cerrarlo todo, o debemos mantener el máximo nivel de actividad posible que nos permita paliar el desastre económico que nos amenaza? La respuesta no es sencilla, salvo para todos aquellos que tienen su sueldo asegurado y no tengan responsabilidades sobre el trabajo futuro de nadie. Por ejemplo, si usted es funcionario público o es pensionista, sabe que su ‘empresario’, que es el Estado, no le va a despedir y está seguro de que sus ingresos caerán en su cuenta corriente todos los finales de mes. Así que desde ese punto de vista es muy sencillo priorizar al máximo los aspectos sanitarios y decantarse por el cierre total de todo.

Por el contrario, si tiene usted personas a su cargo, cuyos salarios dependan de la actividad que genere o es un responsable público sensato, la cosa se complica mucho. Claro que podemos primar la seguridad de manera absoluta y convertirnos todos en asalariados del Estado a través de los expedientes de regulación (más o menos) temporal de empleo. Eso solo tiene dos problemas. El Estado paga, pero no mucho. Habría muchas personas que verían cómo se reducen sus ingresos, mientras que sus obligaciones siguen ahí, aunque consiga aplazar algunas. La segunda es que el Estado tiene un arcón con mucho dinero, pero no es ilimitado, tiene fondo. Es decir, esto puede durar un mes, quizás dos, pero no quiero imaginar lo que sucedería en el mundo tras un parón total de tres meses o más de duración.

Y luego está el tema de determinar qué es esencial. Está claro que el pan sí lo es y cosas como los tornillos no lo son. ¿Seguro? Para hacer el pan, entre otras cosas, hacen falta una cosechadora, un molino para hacer la harina, un horno para cocer el pan y todo el transporte intermedio necesario para que le llegue a usted. ¿Es o no es esencial el humilde tornillo que los sostiene? No me coja el ejemplo por las hojas y piense un poco en las cadenas de producción actuales y en la globalización general. ¿Quiere cambiar las cosas, modificar nuestros hábitos de consumo, alterar las prioridades de nuestra sociedad? Perfecto, pero si no le importa, ¿podríamos dejarlo para un poco más adelante, cuando las cosas vuelvan a la normalidad? Parece claro que lo primero es la salud y después la salud, pues sin ella no hay ni presente ni futuro. Pero quizás debamos buscar un punto intermedio que nos permita conciliar las medidas de seguridad necesarias para protegernos hoy del maldito bicho con el mantenimiento de la mínima actividad que nos proteja mañana de la ruina. No sé si es posible, pero debemos pensar en ello e intentarlo. Nos jugamos mucho.