¿A suicidarse con paraguas?

 EL MUNDO  13/07/17
TEODORO LEÓN GROSS

En las filas indepes ha comenzado a aflorar un sentimiento previsible, aunque también sonrojante: el miedo. Ante la proximidad del referéndum, algunos, como dicen los toreros, se afligen. Antes resultaba barato proclamar «asumo todos los riesgos de…» o «no nos temblará la mano…», porque era toreo de salón, pero la proximidad real ya les hace preguntarse, al modo de Pla, ¿y esto quién va a pagarlo? La sombra de las deserciones se extiende mientras Puigdemont y Junqueras rehúyen la responsabilidad del 1-O tras el burladero. Lo suyo parece como el viejo chiste de los dos rateros que van a asaltar un huerto, y al asomar uno la cabeza por la cerca, recibe un bastonazo del labriego al acecho reventándole los dientes, de modo que se gira tapándose la boca ensangrentada con las dos manos y le dice al otro que le mira expectante:

–Ve tú, que a mí me da la risa…

Puigdemont ha dicho «Pasa tú, Oriol…» para que el castigo recaiga en el otro; pero Junqueras naturalmente ha declinado la invitación y pide distribuir riesgos. Es un espectáculo más bien chusco. Puigdemont, a merced de la CUP, sabe del hartazgo en el PDeCat expresado por Homs sobre las condenas sólo de convergentes con su gráfico hasta los mismísimos. Al final van a tener que publicar un anuncio breve en la prensa afín, por supuesto a cargo del presupuesto: «Se busca conseller que se haga cargo de referéndum delicado…».

De momento otros ya reculan con las mismas dudas de Baiget preguntando por el patrimonio. Ver a sus líderes buscar parapetos para huir de los riesgos no debe de resultar demasiado excitante para quienes les han secundado como figurantes necesarios del prusés. El poeta Reinaldo Arenas, destrozado por el régimen cubano, en algún momento dice que la valentía puede ser una locura pero indudablemente tiene grandeza. Y la percepción en el bando indepe, perdida la candorosa idea del riesgo cero, es de pequeñez.

La noticia, eso sí, es que ya temen el peso de la Ley. Hasta ahora negaban la legalidad española, incluso se excluían de ella afirmando «sólo cumpliremos aquellas leyes que nos parezcan justas» mientras preparaban la desconexión. Esa impostura se va agotando. Ya saben que no hay instancias internacionales que vayan a amparar el aventurerismo. Esta es la mejor noticia del prusés: verles con temor ante el Imperio de la Ley. Eso significa que van regresando a la realidad. Incluso Rufián tuiteaba ayer algo sobre la futura moción de censura de la izquierda y los indepes. No parece propio de alguien que esté viéndose fuera de España el 1-O.

La cuestión es si la inercia de una bola de nieve con esa dimensión permite aún detenerla. Y no parece fácil. De ahí el canguelo de quienes ruedan con ella; y temen por sus cargos y su dinero. La independència es bona si la bolsa sona. Y ahí se les va la fuerza. Se cuenta que Santos Discépolo acordó una cita con una novia para quitarse juntos la vida, pero al verla venir por la acera bajo un paraguas protegiéndose de la lluvia, exclamó:

– Pero, ¡che! ¿A suicidarse con paraguas?

Discépolo entendió que nadie quiere quitarse la vida si le preocupa mojarse el pelo, como nadie va a destrozar un Estado pensando en su cuenta corriente.