Ignacio Camacho-ABC
- En sólo tres párrafos Sánchez pretende engañar a la vez a Podemos, a los empresarios, a Bruselas y a los sindicatos
Cuando los dirigentes de Podemos se quejan de que Sánchez traiciona sus compromisos olvidan que si los honrase ellos no estarían en el Gobierno. Acusar al presidente de mentiroso, infiable o voluble de criterio está tan visto que hasta los fabricantes de ‘memes’ se han cansado de hacerlo: es como asombrarse de que los caballos relinchen o los pájaros vuelen. En su aún corta carrera política no le queda nadie por engañar, desde su partido a los ciudadanos, votantes y contribuyentes, pasando por la oposición, el Parlamento entero, los jueces, la prensa y hasta el tribunal de su tesis. Sólo ha hecho una excepción con Bildu, partido al que le cumple, él sabrá por qué, incluso la palabra que no le ha dado… en público, se entiende. Y sus socios se caen del guindo porque les intenta escamotear la revocación de la reforma laboral que había firmado en un acuerdo. ¿Con quién creían que trataban si tras proclamar que la sola idea de tenerlos en su equipo le quitaba el sueño tardó 48 horas en regalarles una vicepresidencia y cuatro ministerios?
Ahora se ha desafiado a sí mismo a rebatir el famoso apotegma de Lincoln sobre la imposibilidad de embaucar a todo el mundo todo el tiempo. En el lío -provocado por él- del mercado de trabajo pretende camelar a la vez a Yolanda Díaz, a los empresarios, a Calviño, a Bruselas y a los sindicatos. Ha organizado con sus propios ministros una especie de cónclave diplomático, como si la Moncloa fuese Camp David, Oslo o Ginebra, para acabar alumbrando un comunicado que es como una síntesis pedestre de la teoría de contrarios: tres afirmaciones antagónicas en tres párrafos. En uno dice taxativamente «derogar», en otro «modernizar» y en el último sugiere que ya veremos, que cualquier decisión será por consenso y con el visto bueno europeo. Es decir, una especie de armisticio interno para ganar tiempo y actuar sobre la marcha según las necesidades del momento sin poner los fondos de ayuda en riesgo. Un cantinfleo para terminar haciendo lo que le dé la gana y salir como pueda del atolladero en que le ha metido la terquedad de Podemos al empeñarse en tomar sus promesas en serio. Para ser comunistas han resultado bastante ingenuos.
A ellos tal vez los pueda torear porque al fin y al cabo están calentitos en el poder y fuera hace mucho frío. El empresariado le trae al pairo; electoralmente hasta le renta plantearle conflicto. Con la UE, sin embargo, es distinto. A esa gente no le gustan los equívocos y tiene la costumbre de atenerse a lo que está escrito. Sánchez confía en que aflojen el dinero sin profundizar demasiado en su singular forma de respetar los tratos. Pero igual les da por torcer la nariz y exigir un marco legislativo claro, jurídicamente seguro para los inversores privados. Esa tolerancia social de los españoles con la irresponsabilidad o el engaño está mal vista en las sociedades del rigor puritano.