A un paso de la ruptura

EL MUNDO 18/10/13
DANIEL G. SASTRE

El plan independentista de Mas puede acabar con la federación de CiU 35 años después

La incógnita ya es más el cuándo que el qué. La ruptura de CiU, las siglas que han ganado todas las elecciones autonómicas en Cataluña desde la restauración democrática, es un escenario cada vez más plausible y aceptado por cuadros de ambos partidos. La fecha de caducidad parece clara: las elecciones plebiscitarias, cuando CDC presumiblemente defenderá la independencia de Cataluña y UDC no querrá llegar tan lejos.
Unió no es un partido independentista, al menos en la actualidad. Como nació en 1931, algunos dirigentes nacionalistas recuerdan los escritos más inflamados de figuras históricas como Manuel Carrasco i Formiguera para reclamar a la formación un paso en ese sentido.
Sin embargo, los números son claros: el partido está dominado con comodidad por Josep Antoni Duran Lleida, que en el último congreso salió indemne de la batalla que le planteó el sector independentista, encabezado por el alcalde de Vic Josep Maria Vila d’Abadal. La contundente victoria de Duran (con un apoyo de más del 80% de los delegados) propició que Vila d’Abadal dejara el partido. Además, el congreso avaló la gestión de su líder con el 96% de los votos.
Hay más: ninguno de los dirigentes de Unió que han entrado en el Govern de Artur Mas se declara independentista. Ni la vicepresidenta Joana Ortega, ni el conseller de Interior Ramon Espadaler, ni el titular de Agricultura Josep Maria Pelegrí van a enfrentarse a su jefe por ello.
La gran esperanza blanca de los independentistas de Unió es Antoni Castellà. Ahora secretario de Universidades del Govern, sus pugnas soterradas con Duran le han colocado como punta de lanza de todas las operaciones –reales o ficticias– que han intentado descabalgar al veterano líder. De momento, no han tenido ningún éxito.
A no poca gente, sobre todo en ERC y en la parte de Convergència que ahora dirige el partido, le gustaría un relevo en la cúpula de Unió, y que al frente de la formación se colocara un líder menos combativo contra el proyecto independentista de Mas. Pero no parece fácil, a tenor de las declaraciones de un cargo del partido democristiano.
«Yo soy confederalista, pero no quiero la ruptura. Y dentro del partido somos mayoría», avisa. Tras dar por hecho que la crisis en la federación se producirá más pronto que tarde, critica la deriva del president: «No sé dónde nos lleva Mas, ha perdido la cabeza. Tiene un grupo reducido de seguidores que lo llevan por este camino».
En este punto, las sensaciones del sector mayoritario de Unió coinciden con las de quienes, dentro de Convergència, no acaban de ver clara la apuesta soberanista, que tiene la guía política del portavoz del Govern, Francesc Homs. Los sondeos –el último, de la propia Generalitat– detectan una pérdida continua de apoyos hacia ERC, pero también hacia casi todos los demás partidos.
Existe un sector de la vieja guardia convergente que añora las formas de la época de Jordi Pujol y que se muestra escéptico con respecto al relato, lleno de luz y color, que hacen los actuales dirigentes del trayecto hacia un Estado independiente.
La dirección actual de CDC no hará ningún movimiento en falso y CiU aguantará «hasta que Unió quiera», apuntan desde el partido. Entre tanto, las miradas desde ese flanco están puestas en el congreso extraordinario de los democristianos en febrero.
Pese a que esa cita está convocada formalmente con el objetivo de «adaptar los estatutos al momento político actual», fuentes de Unió no dudan de que los partidarios de Castellà tratarán de plantear de nuevo el debate soberanista. La fecha, poco antes de unas europeas que CDC pretende que se conviertan en «un ensayo de la consulta», propiciará este tipo de movimientos.
La posición de Duran genera incertidumbre en CDC, cuyos dirigentes están convencidos de que Unió está sobrerrepresentada en CiU. Sin embargo, con los números de la actual legislatura en la mano, los 14 diputados de la formación democristiana son determinantes: CDC, junto a ERC y CUP –los otros dos grupos abiertamente independentistas–, no alcanza la mayoría absoluta en el Parlament.
Nadie, ni en la dirección de CDC ni en la de Unió, quiere dar su brazo a torcer. Quedó claro de nuevo el pasado miércoles en el Congreso, cuando Duran alertó a Mariano Rajoy: «Usted tiene una magnífica oportunidad de hacer política y de defender posiciones sensatas y de sentido común. Si no actúa, se va a encontrar, y no es ninguna amenaza, con una declaración unilateral que algunos van a aprobar en el Parlament».
En efecto, más que una amenaza parecía una petición de ayuda. Pero mientras el PP se decide entre la dureza y el pacto, Duran pierde margen para reivindicar una tercera vía que se parece mucho a lo que defienden los socialistas catalanes, y que tiene su pilar maestro en una reforma de la Constitución.
Así las cosas, la fecha más probable para que emerja el conflicto subyacente y para que se rompa CiU llegará cuando se convoquen las elecciones plebiscitarias. En la federación –hace unos días lo dijo incluso Lluís Corominas, vicesecretario general de Coordinación Institucional de CDC– ya tienen claro que el Gobierno no permitirá un referéndum, y que si Mas quiere cumplir su promesa se verá abocado a utilizar esa fórmula.
Aunque aún no está decidido qué mecanismo buscarán emplear CDC y ERC –si una lista conjunta o incluir un punto en común en sus programas–, en unas elecciones de ese tipo es impensable que la actual Unió acepte compartir bloque con los independentistas. Así que la ruptura de CiU, un exitoso «artefacto» electoral –en la terminología que el ex consellerErnest Maragall usaba para el tripartito– desde 1978 puede llegar en 2014. Todo depende de ERC: aunque Mas quiere darse más tiempo para salir de la crisis y recuperar la imagen de su partido, los republicanos, cuya ayuda es indispensable para que no caiga el Govern, sienten que ya ha llegado el momento.