Santiago González-El Mundo
ÚLTIMAMENTE estamos afectados por lo que en el bajofranquismo se llamaba ‘la ola de erotismo que nos invade’, eso que antes se llamaba sexo y ahora género. O génera. Granada (tierra soñada por mí) va a desdoblar a los Reyes Magos en la cabalgata. «Habrá tres reyes magos y tres reinas magas», explicaba el Capitán Alatriste, que lo calificaba de ‘parida’ en un trino: «Supongo que también tendrá carteros y carteras, camellos y camellas, pajes y… mentales». Y la tropa que pastorea la abuela de Madrid ha llevado la cosa un poco más lejos, al autorizar que en la cabalgata de Vallecas, formada por tres reinas magas, una de ellas sea transexual. La cuestión es cargarse la tradición cristiana como sea y donde sea. Invocarán la visibilidad, aunque no sé qué puede ganar la visibilidad de las mujeres su representación por una caricatura. Pero a nuestra izquierda todo le viene bien para su conventillo ideológico, sin reparar si lo que lleva al hombro es una puta. Se mete la cuchara en el ‘caso Diana Quer’ y se pide todo el peso de la ley para el culpable, aunque pretendieron aligerar el peso al no votar la cadena perpetua revisable en el Congreso.
Julia Otero emitió su rebuznito en una indeseable comparación con el caso de ‘La Manada’: «A Diana Quer la estrangularon porque se resistió. Si se hubiese dejado habría desgraciados en el juicio y los medios que insinuarían consentimiento». Ni Julia ni yo, ni la juez de Ribeira, sabemos si eso es cierto. Es la versión del asesino (presunto). Tampoco sabemos si la violación fue seguida del estrangulamiento o al revés. Es una buena ocasión para callarse hasta el resultado de la autopsia.
Al hilo del ‘caso Quer’ he leído (dos veces) en los medios «agresión sexual con penetración». No he comprendido la perífrasis, que no llega a pleonasmo porque una agresión sexual puede ir o no acompañada por lo segundo. Incurren en el primer caso la majadera de los dedos rotos y el sobado de las tetas a que en su fantasía había sido sometida por policías antidisturbios y la alcaldesa de Barcelona que dijo tener conocimiento de casos similares.
Pero la expresión resulta obscena y mazorral, porque ese supuesto está perfectamente definido en un término explicado en el DRAE y en el artículo 179 del Código Penal, con absoluta precisión y economía de apalabras, pongamos que digo ‘violación’.