FERNANDO SAVATER, EL CORREO 23/02/14
· El encargado de esa entelequia llamada ‘proceso de paz’, Jonan Fernández, asegura que unas y otras (del terrorismo y de abusos de las fuerzas de seguridad) aportan la misma lección útil para la convivencia.
En Euskadi, desde hace mucho –más de lo que todos quisiéramos– hay que estar a favor de ETA o a favor de sus víctimas. Y que cada cual entienda «a favor» como prefiera: exaltando, protegiendo, legitimando, excusando o convirtiéndolas en modelos de ciudadanía. Por supuesto, las víctimas de ETA no son las únicas víctimas del mundo mundial. También hay historiadores de última hora que tratan de disimularlas entre otras víctimas del pasado remoto o próximo, como en esas novelas en las que el criminal intenta ocultar a su víctima entre el resto de cadáveres de la morgue… y a veces procura esconderse él también, permaneciendo inmóvil en una camilla y tapado por una sábana. Les auguro el mismo éxito que a los historiadores revisionistas como Emil Nolde y compañía que a finales del siglo pasado trataron de emboscar las fechorías nazis como reacción, dolorosa sin duda pero comprensible, a las indudables cometidas por el totalitarismo estalinista. Convencieron a pocos, porque la cuestión seguía siendo si había que ‘comprender’ a los nazis o condenarlos sin rodeos, por mucho que hubiese otras conductas también reprobables en aquella época atroz.
Desde luego, no hace falta ser judío ni mucho menos tener familiares liquidados en Auschwitz o Treblinka para repudiar sin subterfugios a los nazis, ni tampoco haber padecido en carne propia o de familiares próximos el zarpazo terrorista para abominar a ETA y rechazar su justificación ‘patriótica’: basta para ello con tener decencia democrática. Las víctimas directas de esa violencia criminal tienen más motivos personales para pedir justicia, pero no más razones que cualquier otro ciudadano consciente. Y desde luego no pueden ser ellas quienes decidan la política penitenciaria o de otra clase del Gobierno. Pero no por ello debe minimizarse su voz ni ignorarse su testimonio.
Cuando en los medios de comunicación se hace una campaña institucional contra los accidentes de tráfico, por ejemplo, suelen incluirse de modo relevante testimonios de quienes los padecieron, fuese por una imprudencia propia o ajena. Nadie considera fuera de lugar que quienes quedaron tetrapléjicos o perdieron familiares en la carretera avisen de los peligros del alcohol al volante, de los excesos de velocidad o de no respetar los ceda el paso, cuyos efectos nocivos conocen en carne propia. Y aunque no sean los accidentados quienes vayan a encargarse de la Dirección General de Tráfico, las autoridades encargadas de ello hacen bien en publicitar sus voces y en atender su reclamación de mayor rigor en la persecución de infracciones de tan graves consecuencias. No creo que nadie les vaya a descalificar llamándoles resentidos ni atribuyendo sus advertencias al deseo de venganza…
Ahora Covite ha decidido llevar al Tribunal Internacional de La Haya la petición de que se actúe contra quienes ellos consideran, con indudable fundamento, responsables principales de delitos que suponen encuadrados entre los atentados contra la humanidad. No tengo competencia para determinar si su demanda tiene suficiente base jurídica en el derecho internacional, aunque el último aspecto señalado –calificar el terrorismo etarra como crimen contra la humanidad– ha recibido recientemente el respaldo de la Audiencia Nacional.
Acepte o rechace finalmente el alto tribunal la denuncia de Covite, creo que hacen muy bien en airear a escala europea lo que ETA es, las fechorías que ha cometido y la falsa respetabilidad de que hoy quieren revestirse quienes por su papel dirigente quizá sean más culpables de esos crímenes que los brutos psicópatas que los realizaron materialmente. Cuando los proetarras se mueven tanto internacionalmente y tratan de convencer a bastantes incautos de los que hay sueltos por el mundo (hace poco un acólito de Currin se escandalizaba de que el Gobierno español quisiera «humillar» a ETA y en Berlin acaba de presentarse una biografía hagiográfica de Armando Otegi), resulta muy oportuno que las víctimas lleven a cabo una contraprogramación a la misma escala de sus falacias. Aunque no sólo debían ser ellas las empeñadas en esta tarea informativa, sino también las autoridades vascas y en general las del Estado de España.
Parece que se insiste en llevar a víctimas a las aulas del País Vasco, para aleccionamiento de los alumnos. Serán tanto víctimas del terrorismo como de abusos de las fuerzas de seguridad del Estado. El encargado de esa entelequia llamada ‘proceso de paz’, Jonan Fernández, asegura que unas y otras aportan la misma lección útil para la convivencia. Lo siento, pero no es verdad: a menos que se deje bien claro la ralea de quienes cometieron semejantes atrocidades.
En un caso los culpables fueron enemigos de la democracia que atentaron contra ella para hacerla imposible, en el otro supuestos defensores de la legalidad democrática que la conculcaron y pervirtieron en contra del mandato institucional que habían recibido. Si debe haber una lección, es la que distinga entre los terroristas que hicieron eficazmente su labor y los guardianes de la ley que traicionaron el encargo que se les había hecho. Aunque, eso sí, tanto unos como otros causaran un sufrimiento injusto que debe ser castigado y que no debe volver a producirse.
FERNANDO SAVATER, EL CORREO 23/02/14