Libertad de conciencia

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 23/02/14

Joseba Arregi
Joseba Arregi

· Hay que cumplir la ley. Pero no es obligado creer que esa ley es la verdad, es la justicia, es la moral.

El proyecto de ley sobre el aborto del ministro Gallardón va a seguir su trámite parlamentario pues ha sido rechazada su retirada en voto secreto en el Parlamento. En torno a dicho proyecto de ley se han alzado voces reclamando libertad de voto, voto en conciencia, y algunos han ido más allá planteando la relación entre el poder de los partidos políticos, la libertad de voto y la disposición constitucional que avala el voto en conciencia en general.

Pero la libertad de conciencia que reza en el título del artículo es algo más que la libertad de voto de los diputados, algo más que su voto en conciencia. La Constitución garantiza la libertad de conciencia de todos los ciudanos como un derecho fundamental. Sin esta libertad de conciencia la Constitución española no sería democrática. Para entender lo que significa y cuál es el alcance de la libertad de conciencia se puede recurrir a un ejemplo sencillo: las leyes aprobadas por mayoría en un parlamento obligan a su cumplimento si han sido adoptadas respetando los procesos, las reglas y las mayorías requeridas.

Pero esa obligación de cumplimiento no abarca la obligación de tenerla por la verdad en ninguna materia, ni una verdad fáctica, ni una verdad teórica, ni una verdad ética o moral, ni una verdad de justicia. Hay que cumplir la ley, pero no es obligado creer que esa ley es la verdad, es la justicia, es la mo-moral. En eso consiste la libertad de conciencia.

En un artículo de opinión publicado en ‘El País’, José Antonio Martín Pallín, ex magistrado del Supremo, dice lo siguiente enen su primer párrafo: «Una ley de plazos, como la vigente, es la única respuesta racional, científica y jurídica, compatible con la Constitución y su proyecto de establecer una sociedad democrática avanzada. Solo la ignorancia, la incongruencia, la prepotencia, el dogmatismo, la soberbia o la provocación pueden explicar la iniciativa del Gobierno, esbozada muy genéricamente en su programa electoral».

Según el magistrado la ley vigente no sólo obliga a su cumplimiento, sino que es además la única respuesta racional, científica y jurídica a la que nadie puede decir que no, de la que nadie puede disentir, ante la quee nadie está en posesión de libertad de concien-cien- cia a no ser que sea ignorante, incongruente, prepotente, dogmático, soberbio o provocador. La ley vigente sobre el aborto representa la verdad y la justicia. Si es la única verdad posible como dice el exmagistrado, se ha acabado todo debate, la democracia deliberativa en este asunto ha llegado a su final, nadie puede mantener, racionalmente, un criterio distinto, pues estaría fuera de la verdad. Y fuera de la verdad –como en su día extra ecclesiam– no hay salvación, sólo hay pecado: de soberbia, de prepotencia, de dogmatismo, de irracionalidad, de ignorancia.

Este planteamiento que niega la democracia en su misma base, en su mismo núcleo, pues niega la libertad de conciencia de los ciudadanos, significa, al mismo tiempo, la negación de la aconfesionalidad del Estado. El Estado de Derecho es el espacio, en todo caso, de las verdades penúltimas, no de las últimas, no de las únicas verdades. Si no hay más verdad que la proclamada en las leyes, es Estado se vuelve estado confesional, es el propietario de la verdad. Las verdades únicas encarnadas en las leyes se convierten en el nuevo Dios, en la nueva confesión ante la que no existe derecho a la disidencia. Pero sin el derecho a la libertad de conciencia y sin la aconfesionalidad del Estado, la democracia desaparece.

Y si la democracia desaparece, la libertad, también la de las mujeres, está en peligro. Los críticos con la reforma en forma de anteproyecto de ley de Gallardón apelan constantemente a la necesaria defensa de la libertad de las mujeres, añadiendo que en cuestiones de libertad no puede haber medias tintas, no puede haber compromisos: o se está a favor o se está en contra, al igual que el artículo citado afirma que la ley de plazos vigente es la única respuesta racional, científica y jurídica en la cuestión del aborto. Estamos ante la defensa de la libertad sin matices, la libertad absoluta, la libertad sin mediaciones. Y esta defensa es lo más progresista que pueda existir y se manifiesta en los eslóganes de “derecho al aborto” y “mi cuerpo es mío”.

Pero: el progresismo siempre ha criticado la visión liberal-conservadora-capitalista del individuo aislado, la visión individualista de la sociedad. Contra esta visión ha defendido la comprensión del ser humano como ser social, ser constituido en y por sus relaciones. ¿Qué queda de esta idea en los eslóganes citados? Nada. Si algo define a la sexualidad humana es que implica relaciones, y aunque no siempre sea verdad, relaciones íntimas. Si la propiedad tiene una función social, consagrada en la constitución, si la sexualidad es por definición relacional, si esta función social se define por la capacidad del estado de exigir impuestos a la propiedad de las rentas de trabajo, de las rentas de los ahorros, al consumo necesario para poder vivir, ¿el fruto de unas relaciones sexuales, que hasta han podido ser íntimas, queda fuera de la dimensión social que caracteriza, como dice el socialismo, a la persona humana porque existe un derecho de propiedad privada absoluto de las mujeres sobre su propio cuerpo?

La libertad absoluta –Hegel titula La Libertad absoluta y el Terror el capítulo de su Fenomenología del Espíritu en el que analiza lo sucedido en la revolución francesa- destroza la libertad posible que, y en ello consiste la democracia, es siempre libertad limitada, para que todos puedan ser libres. Pero nadie puede ser libre si una ley proclama la verdad única, racional, científica y jurídica. Progresismo debe significar que el principio esperanza define la política: vida se define desde un futuro posible, no desde la realidad dada como realidad cerrada. ¿Queda algo de esto en la forma de plantear la crítica a la reforma de la ley vigente del aborto desde la izquierda?

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 23/02/14