Luis Ventoso-ABC
El vandalismo contra Junípero Serra ya está aquí
Revisar el pasado para imponer retrospectivamente la moral y costumbres actuales es un absurdo. Una bobería fruto de las nuevas políticas de la identidad, cebadas de resentimiento. Si seguimos avanzando en el revisionismo de los monumentos con la coartada del Black Lives Matter -causa justa desvirtuada por un izquierda histérica-, nos podemos ir despidiendo del patrimonio de la humanidad. Preparemos la piqueta, porque queda faena. Un calambre de ira me recorre el espinazo cada vez que veo las pirámides de Egipto. ¿Qué hacen todavía de pie esos túmulos funerarios consagrados a honrar a los faraones -probablemente todos franquistas- y levantadas con mano de obra esclava azuzada a golpe de látigo? Dinamita. ¿A qué esperamos para hacer limpieza en Roma y
cepillarnos los vestigios monumentales del cruel imperialismo de los Césares? ¿Cómo se les ocurre a los gabachos mantener todavía en el Louvre una estatua imperial de Bonaparte y el enorme mural de David en su honor, siendo un militarista que sembró Europa de cadáveres?
Seamos consecuentes: siendo tan feministas y tan LGTBI como somos, ¿a qué esperamos para iniciar una campaña proderribo de las grandes mezquitas monumentales, pregoneras de un credo que relega a la mujer y castiga la homosexualidad como un crimen? ¿Qué hacemos con Jefferson, padre jurídico de Estados Unidos, que mientras predicaba la igualdad de todos los hombres contaba en su latifundio con centenares de esclavos? ¿Cómo podemos seguir escuchando a The Beatles, rancios machistas que cantaban aquello de «Baby you can drive my car»? ¿Qué hacemos con las estatuas de genocidas que mataron a millones, como Stalin y Mao? ¿O acaso si son de los nuestros las vidas segadas dan igual?
El mallorquín Miguel José Serra, hijo de analfabetos y más tarde por sus méritos doctor en Filosofía y Teología, es una de las figuras más señeras de su tierra. Junípero Serra, nombre que adoptó como fraile franciscano, fue proclamado santo en Washington en 2015. El Papa Francisco, que me parece que no es exactamente de Vox, lo ensalzó allí como «el gran defensor de la dignidad de la comunidad nativa». Y así es. San Junípero peleó por defender a los indios y fundó nueve misiones donde les ofreció los rudimentos de una civilización que los ayudó a vivir mejor. Para hacer balance de cómo tratamos a los indios los españoles y los anglosajones existe un test sencillo: estudiar cuántos quedaron vivos en sus respectivas áreas de influencia. El gran exterminio intencionado fue anglo. La privación absoluta de derechos, también; mientras que la Corona española se los reconoció tempranamente.
En Mallorca han embadurnado la estatua de Fray Junípero con pintura roja y un insulto: «Racista». Al instante, la inevitable representante local de Podemos ha llamado a retirarla, pues es lo que quiere la gente «en San Francisco y aquí». ¿Qué «gente»? ¿Dónde está escrito que una minoría vandálica representa a la mayoría? ¿Es el sentir mayoritario lo que piensa una radical enfadada con el mundo por sus traumas personales?
Si permitimos que se abra la espita, en está España cainita y tontolaba no quedará en pie ni el oso de Sol, ejemplo claro de bruto heteropatriarcal…