Cristian Campos-El Español
 

Ustedes no lo recordarán porque eran muy jóvenes, pero en julio de 2020 la polémica del momento eran las mascarillas FFP2 que la Comunidad de Madrid había conseguido traer a España en plena batalla campal entre los gobiernos de todo el planeta por la compra de material sanitario en China contra la Covid-19.

La diferencia entre las mascarillas quirúrgicas y las FFP2 era (y es) que las primeras limitan la propagación del contagio si estamos infectados, pero no protegen al usuario, mientras que las segundas limitan el contagio ajeno y protegen también al usuario.

Es decir, la diferencia es que las FFP2 eran (y son) mejores que las quirúrgicas.

Como las administraciones socialistas sólo habían conseguido traer a España mascarillas quirúrgicas, los medios de la Moncloa pusieron en marcha una campaña de demonización de «las mascarillas FFP2 de Isabel Díaz Ayuso«.

A falta de mejores argumentos, se dijo que las mascarillas quirúrgicas eran «solidarias» mientras que las FFP2 de la Comunidad de Madrid eran «insolidarias».

Ya saben, el habitual argumento religioso. ¡Cuidado con esa ultraderecha egoísta que distribuye entre los madrileños mascarillas de buena calidad, pero insolidarias, mientras la izquierda distribuye mascarillas de peor calidad, pero solidarias! ¡A un buen español progresista le importa más la vida de los demás que la suya!

¡Que la posibilidad de morir no arruine tus buenos sentimientos!

¿Cómo se justificó en julio de 2020 esta burda manipulación de la realidad? Hablando de un tipo especial de mascarillas FFP2, las FFP2 con filtro. Mascarillas diseñadas para entornos con patógenos muy virulentos (el ébola o bacterias de similar agresividad) y que no necesitan proteger a nadie más que al usuario porque se da por supuesto que este no está infectado.

La clave estaba en que las mascarillas FFP2 de la Comunidad de Madrid eran de las comunes, de las que no llevan filtro. Por tanto, protegían al usuario y evitaban también el contagio ajeno. De una manera además bastante más segura que las mascarillas quirúrgicas.

Un solo ejemplo. La Sexta explicando el 2 de julio de 2020 por qué las mascarillas quirúrgicas eran «solidarias» y las FFP2, «insolidarias».

Como ya habrán adivinado, muchos por aquel entonces no tenían el más mínimo interés en informar correctamente a los ciudadanos de las opciones a su alcance, sino en utilizar la epidemia para su batalla política particular contra Ayuso.

Algo que Pedro Sánchez continuó haciendo ayer en el Congreso cuando intentó desviar la atención del caso de corrupción que afecta al PSOE poniendo en marcha el ventilador contra Ayuso por un caso, el de su hermano, archivado por la Fiscalía Europea hace ya un año y por la Fiscalía Anticorrupción española en 2022.

Son los mismos medios que llamaron a abarrotar las calles el 8 de marzo de 2020, Día de la Mujer, mientras la propagación de la pandemia era ya una evidencia y la Comunidad de Madrid, bastante más prudente, ordenaba el cierre de colegios, guarderías y universidades.

También esa prudencia fue demonizada en marzo de 2020. «Es sólo una gripe» decían los periodistas de la Moncloa, acuñando sin saberlo el apelativo de «sologripistas».

El 25 de febrero de 2020, apenas dos semanas antes de que Sánchez encerrara inconstitucionalmente a los españoles en sus casas, Lorenzo Milá llamaba desde La 1, en un directo con Xabier Fortes, a no alarmar con «un tipo de gripe que afecta sobre todo a personas con defensas bajas, sobre todo mayores, y que tiene un índice de mortalidad bajísimo, incluso más bajo que la gripe común, en torno al 2%».

Ustedes tampoco lo recordarán, pero en aquel momento se consideraba que «la ultraderecha» estaba exagerando la gravedad de la Covid-19 para arruinarle la fiesta a las feministas del 8-M, al Gobierno del PSOE y, sobre todo, a Pedro Sánchez.

Además, ¿por qué armar revuelo con la epidemia cuando, a fin de cuentas, y como decían en La 1, sólo se estaban muriendo algunos viejos? ¡No vamos a molestar por eso a un Gobierno que está ocupado construyendo una España mejor!

Paradojas. Fue en julio de 2020, mientras en La Sexta llamaban a rechazar las mascarillas «insolidarias» de la Comunidad de Madrid, cuando Francina Armengol, en aquel momento presidenta de Baleares y hoy presidenta del Congreso de los Diputados, tramitó la modificación del contrato con la empresa de Koldo García para que las mascarillas fueran pagadas con fondos de la UE.

Lo explicaba ayer miércoles Alberto Prieto en EL ESPAÑOL.

La particularidad es que Armengol alteró el contrato cuando ya sabía, ella y toda la administración autonómica balear, que las mascarillas eran falsas. ¿Por qué entonces se pagó ese contrato en vez de anularlo o, mejor aún, denunciarlo?

Hoy, las cajas con esas mascarillas siguen amontonadas en un almacén de Palma sin que nadie las haya abierto hasta hoy. Por lo que se sabe, podrían estar llenas de mascarillas, de pangolines disecados o de lingotes de oro.

Dicho de otra manera. Mientras el PSOE y sus medios ridiculizaban y llamaban a no utilizar las mascarillas de muy alta calidad de la Comunidad de Madrid, Armengol cargaba a la VISA de la UE el contrato de compra de unas mascarillas defectuosas.

[Y el Ministerio de Hacienda, por cierto, daba el OK a la operación en el asombroso plazo de un solo día. Probablemente la mayor muestra de eficiencia de la Dirección General de Fondos Europeos en toda su historia: felicitemos por ello a María Jesús Montero].

¿Ábalos? Un vulgar aficionado al lado de Francina Armengol. Y sólo hay que mirar dónde andan hoy ambos. Ella en la presidencia del Congreso de los Diputados, tercera autoridad del Estado, y él en el Grupo Mixto, codo con codo con Ione Belarra.

Está claro quién se lo ha sabido montar mejor.