Pie de foto: Los cuatro de la banda del Peugeot. De izquierda a derecha: Pedro Sánchez, Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán. También podrían ser los músicos de Bremen, una orquesta formada por desechos de tienta.

La medida más acabada de la decadencia en este tiempo se puede resumir en dos nombres y sus cargos: Pedro Sánchez es la segunda autoridad del Estado y Francina Armegol la tercera. Lo de la presidenta del Congreso es la consecuencia inevitable de que Sánchez esté fungiendo de presidente del Gobierno. Su labor de cazatalentos le lleva a elegir a subordinados que no le hagan sombra y esa es la medida de su mediocridad: haber puesto al frente el Congreso a una tía como esta, a ministros como Illa, Dolores Delgado, Montero, Puente, Alegría, Bolaños, Marlasca y haber escogido de socio a quien le metió en el Gobierno a figuras como Yolanda, Urtasun, Mema y Sira Rego. Hay algunos que son sobrevenidos, como Bolaños y Marlasca, pero esto pasa en todas las historias de amor. Cuando Katharine Heburn conoció a Spencer Tracy, le hizo una observación algo borde: “No es usted tan alto como creía”. Mankiewicz, que estaba presente, le dijo: “No te preocupes Kate. Él te reducirá a su tamaño”. Y la relación duró 25 años y nueve películas juntos. Mutatis mutandis, Sánchez también reduce a su tamaño a los que antes eran más altos. A los demás los escogió pequeños.

Resulta que la corrupción era en Mallorca un fenómeno transversal que pringaba a líderes variados: Gabriel Cañellas, Jaume Matas y María Antonia Munar. La penúltima presidenta balear también tiene su aquel. Recordarán el caso de las 16 menores tuteladas por el Consell, que fueron prostituidas, y algunas de ellas abusadas dentro del propio centro de acogida y que Francina Armengol se negó a investigar en dos ocasiones, en diciembre de 2019 y en febrero de 2020.  Ese mismo año, 2020, la presidenta balear protagonizó un lance cuando menos chusco. El 7 de octubre, en plena vigencia de las restricciones del Covid, fue sorprendida a las 2:10 de la madrugada en el Hat Bar de Palma cuya hora de cierre era la una, según la normativa aprobada por el Gobierno que Barmengol (© FJL) presidía. Esto de los socialistas con la bebida es una inclinación paralela a la que los varones de la cuadrilla tienen por las putas. Ya no se dará el caso porque Ábalos se ha negado a entregar el acta: Irá al grupo mixto y no ocupará su escaño la siguiente en la lista: Ana González Herdaro, que fue detenida en Valencia al ser sometida a un test de alcoholemia y dar una tasa de alcohol que triplicaba la máxima permitida.

Ahora se ha puesto como una libra, que diría Pili Alegría y se manifiesta ‘indignadísima’  por la vinculación de su nombre con Ábalos por 3,7 millones de euros en mascarillas inútiles que se pudren en una nave del Departamento de Salud balear: «Lo haría una y mil veces para proteger a la ciudadanía que era mi absoluta obligación”. “Ho tornarem a fer”, diría ella en su lengua propia.

Hace dos años, (23-2-22) Armengol decía en la cadena SER: “el PP tiene que aclarar como ha usado el dinero público”, exigiendo que Ayuso dé una explicación clara sobre el contrato del que se benefició su hermano.

Hasta aquí llegó y ahora todo el mundo con el alma en vilo hasta ver si Ábalos tira de la manta. Mi paisana, la Emparedada de Modúbar, parecía muy convencida de que iba a entregar sumisamente el acta. Craso error. Morir en el paredón gritando vivas al padrecito Stalin tenía una cierta tradición comunista. Los socialistas son más dados a la supervivencia. Sánchez debería ir tomando nota: Esto no se queda así; esto se hincha.