Editorial, ABC, 16/10/12
La pretensión nacionalista de separar a Cataluña de España se basa en negar los lazos comunes que definen nuestra historia. Es decir, en negar a Cataluña lo que es Cataluña
COMO acertadamente dijo el Príncipe de Asturias el pasado viernes, «Cataluña no es un problema». ABC respalda una reflexión necesaria para delimitar la responsabilidad de una clase política decidida a embarcar a toda la sociedad catalana en un órdago claramente partidista, y para poner de manifiesto el sentimiento mayoritario de los españoles por una convivencia común que, pese a los rigores de la actual crisis, solo ha traído beneficios. Pese a la crispación creada por CiU con su campaña por la autodeterminación, no existe una escalada verbal entre los Gobiernos central y autonómico: el Ejecutivo presidido por Artur Mas ha llevado su posición al extremo más radical posible, que no es otro que el planteamiento de un referendo por la independencia, la cual no es constitucional ni se ajusta al Derecho Internacional, mermaría la economía catalana y del resto de España y pondría a Cataluña a la cola de los aspirantes a ingresar en la UE. En ningún caso las referencias que están haciendo miembros del Gobierno central o del PP a las responsabilidades que se derivarán de esta convocatoria ilegal o a los mecanismos de protección nacional –como el del artículo 155 de la Constitución– son excesos verbales o aportaciones a la discordia. Lo diferencia es muy sencilla: lo que dice Artur Mas está fuera de la Constitución; lo que proponen el Gobierno y el PP está dentro. Cuestión distinta es que la opinión pública española no deba caer en la trampa nacionalista de confundir a Cataluña con el nacionalismo y con la insolidaridad que rezuman los discursos soberanistas de CiU y demás grupos separatistas. Nada desea tanto Artur Mas como hacer nuevas exhibiciones de victimismo por la supuesta incomprensión de España hacia los catalanes. Sería, en efecto, dar nuevas coartadas al nacionalismo, pero sería, sobre todo, un contrasentido, porque no se puede defender cabalmente la unidad nacional de España desde un sentimiento anticatalán inexistente.
Como bien se ha dicho, Cataluña no se entiende sin España, de la misma manera que España no se entiende sin Cataluña. No se trata de combatir dialécticamente el separatismo con meros ejercicios de sentimentalismo irracional, sino de aislarlo con argumentos objetivos sobre los vínculos de historia, economía, cultura y, sobre todo, relaciones humanas existentes entre Cataluña y el resto de España. Hacer, ahora, una crónica de la presencia catalana en la historia de España, de la cultura catalana en castellano o de la importancia económica de Cataluña en el conjunto de la economía española podría resultar academicista, pero no hay que olvidar que la pretensión nacionalista de separar a Cataluña de España se basa, precisamente, en negar estos lazos comunes. Es decir, en negar a Cataluña lo que es Cataluña.
Editorial, ABC, 16/10/12