Hay dos principios de aplicación universal en las negociaciones con una banda armada: que su voluntad de acabar se nota en que sólo pone sobre la mesa reivindicaciones personales, no políticas; y que no importa el grado de debilidad de la banda, ni la evidente superioridad del Estado: en el momento de iniciar la negociación, la iniciativa política cambia de manos.
Por fin llegó el comunicado, mi querido presidente, aunque su contenido dista mucho de las expectativas que alentaban los adeptos del proceso. Si lo piensa, era muy raro que ETA fuese a dimitir justo antes de una campaña electoral. Como sabe todo el mundo, especialmente los terroristas, la única razón en que éstos confían para obtener sus reivindicaciones es su capacidad de hacer daño. También saben que el momento más sensible para su oponente, el Gobierno, es la campaña electoral, lo dicen obscenamente en la entrevista del domingo: «los ataques armados del 11-M en Madrid acabaron con ocho años de gobierno de Aznar y el PSOE llegó al poder». Es entonces cuando su chantaje es más eficaz, porque la muerte puede condicionar los votos. Lo que no cabe pensar es que después de demostrar en la T4 que poder, pueden, decidan rendirse justo en el momento en que más partido podrían sacarle a su capacidad letal.
No era lógico, presidente. Contra lo que han venido sosteniendo sus acérrimos, nunca hubo motivos para la esperanza. ETA viene diciendo lo mismo y con las mismas palabras desde el 20 de abril de 1995, fecha de la ‘Alternativa democrática para Euskal Herria’: autodeterminación y territorialidad. Lo han vuelto a repetir en la entrevista de ‘Gara’ del domingo, al igual que en los ocho comunicados anteriores desde el 22 de marzo de 2006, al igual que en todos sus zutabes y en todos los comunicados anteriores a la tregua. La de ETA, presidente, es una coherencia rayana en el burricie. Lástima que sus verificadores no supieran detectar señales tan obvias, que no eran sólo de consumo interno.
No sabe lo que daría por leer aquella carta que le escribieron los terroristas en verano de 2004, ver qué le hizo a usted pensar que estaban dispuestos a dejarlo sin contrapartidas políticas y anunciar acto seguido en los cursos de verano del Escorial que cabía «una agenda progresista en la lucha contra el terrorismo».
Tal vez consideró que el precio se reduciría a la legalización de Batasuna, algo que sin duda interesa mucho a ETA y a su entorno, pero no tienen el mismo calendario ni la misma urgencia que usted. Ellos pueden permitirse la espera, mientras usted tiene sus idus de marzo en 2008.
Hay dos principios de aplicación universal en las negociaciones entre un Gobierno legítimo y una banda armada. Primero: la voluntad de acabar de una organización terrorista se nota en que sólo pone sobre la mesa reivindicaciones personales, no políticas. Esa es la expresión tácita de que reconoce su derrota. La segunda es que no importa el grado de debilidad de la banda, ni la evidente superioridad del Estado: en el momento de iniciar la negociación, la iniciativa política cambia de manos. Quién nos iba a decir hace unos años que los periódicos del lunes de Pascua iban a dejar de llevar a portada el Aberri Eguna -¡en su 75ª edición!- para ocuparse de los disparates de unos encapuchados.
Santiago González, EL CORREO, 10/4/2007