Editorial-El Correo

  • El Día de la Patria vasca evidencia una rebaja de la pulsión identitaria en la pugna entre el PNV y EH Bildu ante las autonómicas del 21-A

El nacionalismo vasco celebró ayer el Aberri Eguna, la tradicional fiesta en la que reivindica el carácter nacional de Euskadi, que sigue sin concitar el apoyo de la sensibilidad no abertzale del país y sin tener el carácter inclusivo que en su momento pretendió el Estatuto de Gernika. Una vez más, el Día de la Patria vasca puso el foco en la legítima aspiración de un sector de la ciudadanía en favor de un mayor nivel de autogobierno, obviando que el existente es el mayor de Europa y de nuestra historia. Un discurso de parte que no pudo ocultar las propias mutaciones de la sociedad, con un sistema autonómico que ha institucionalizado un asentado modelo de bienestar centrado en el funcionamiento de los servicios públicos, que acapara buena parte del debate de cara a las autonómicas del 21 de abril.

A falta de tres semanas para esa cita, era inevitable que el Aberri Eguna se desarrollara en un clima electoral, con el PNV y EH Bildu marcándose mutuamente al estar en cuestión por primera vez la tradicional hegemonía jeltzale. Los peneuvistas se esforzaron en movilizar a sus simpatizantes con la advertencia de que está en juego «un futuro mejor o uno peor», entre alusiones para agitar el voto del miedo a la «agenda oculta» de la izquierda abertzale, a la que su candidato a lehendakari, Imanol Pradales, volvió a identificar con el «populismo». En una jornada con una retórica soberanista rebajada respecto a años precedentes, Arnaldo Otegi defendió la necesidad de que su formación gobierne para avanzar hacia la independencia y subrayó su condición de socio estable de Pedro Sánchez como «ventana de oportunidad» para dar pasos en esa dirección.

Pese a las obligadas referencias a la cuestión nacional, los actos en Bilbao y Pamplona confirmaron que la pulsión identitaria ha bajado de temperatura en beneficio de las ‘cosas del comer’. Sin renunciar a sus objetivos últimos, PNV y EH Bildu envuelven el debate sobre el nuevo estatus en un imaginario económico y social acorde con las urgencias ciudadanas. Sus mensajes preelectorales inciden más en la sanidad o la vivienda que en una independencia que solo anhela el 22% de los vascos, según el último Sociómetro. Los socialistas, terceros en todos los sondeos, tendrán la llave de la gobernabilidad. Su previsible alianza con los jeltzales dará oxígeno a Sánchez en una coyuntura en la que la legislatura se juega en Cataluña y Euskadi ha perdido foco.