Francisco Rosell-Vozpópuli

Coincidiendo con la visita que giró a España en mayo de 2023, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, antiguo jefe de la narcoguerrilla M-19 y adalid del bolivariano Grupo de Puebla que tiene a Zapatero de magno canciller, protagonizó, con el Atlántico de por medio, una descomunal trifulca con el Fiscal General de su país hasta este febrero en que cumplió su mandato. El origen fue que Francisco Barbosa saliera en socorro de un colega al que el mandatario criminalizó al vincular con un clan mafioso. Esa intromisión ilegítima plantaba, a su juicio, una lápida funeraria sobre aquel servidor público. Desde Salamanca, donde fue distinguido por su Universidad, para desdoro de Fray Luis de León y afrenta a los pioneros del pensamiento liberal que forjaron allí escuela en el siglo XVI, Petro le recriminó a Barbosa que olvidara que “yo soy el jefe de Estado y, por tanto, su jefe” apelando mendazmente a la Constitución colombiana.

Luego de que el presidente de la Corte Suprema le reprochara a Petro su uso torticero de la Carta Magna contra el Fiscal del Estado, éste último no perdió ripio para significar que, “seguramente por su historia subversiva”, Petro pretendía erigirse en comandante-jefe de todos los poderes públicos poniendo rumbo a regímenes que derruyeron sus democracias. No le aquietaba su persistencia en que no buscaba variar la Carta Magna de 1991 cuando la estaba enmendando de facto. Rememorando su rol en el M-19 y como asaltó el Palacio de Justicia de Bogotá en 1985 para quemar sumarios de los cárteles de la droga, Barbosa colegía que lo que Petro perseguía ahora desde el poder era calcinar el orden legal colombiano como en la Venezuela de Maduro en la que el Ministerio Público encubre los crímenes del sátrapa y hostiga inquisitorialmente a la oposición encarcelándola. A diferencia de Petro y su intromisión en las funciones del Fiscal General de Colombia, Sánchez goza y presume de tener bula desde que, al ser inquirido en Radio Nacional en noviembre de 2019 sobre cómo cumpliría su promesa de traer de vuelta a España al prófugo Puigdemont para ponerlo a recaudo de la Justicia, zanjó cualquier equívoco sobre su ambición totalitaria: “¿La Fiscalía de quién depende? Depende del Gobierno. Pues ya está”. De hecho, hace tiempo que maneja la Fiscalía “pro domo sua” contraviniendo el artículo 124 de la Carta Magna que estipula como misión de ésta promover “la defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público”, amén de “velar por la independencia de los Tribunales”.

Como con tantas mentiras como empiedran su infernal trayectoria, “Noverdad” Sánchez instrumentaliza el Ministerio Público para protegerse tanto él en su fuga del Estado de Derecho -ya sea en su negligente gestión de la pandemia del Covid-19 o en los latrocinios registrados aprovechando los fondos destinados a aquella emergencia sanitaria y económica- como a sus socios y, singularmente, al fugitivo Puigdemont. No en vano, en una muestra de simoniaca corrupción máxima, le compró sus 7 sufragios a éste para ser investido presidente a cambio de “autoamnistiar” su fallido golpe de Estado de 2017 y de dotarle impunidad a quien se jacta de que volverá a hacerlo y mejor, tras ser despojado el Estado de los atributos que posibilitaron que se sofocará la tentativa de hace un septenio. Como verbalizó en el órgano oficial del sanchismo el dirigente de Junts, Jordi Turull, quien este Jueves Santo se acercó a visitar la imagen de Jesús del Gran Poder en Sevilla, “no estamos aquí para salvar a España; si quiere, que se salve sola”. Y, a fe, que no engaña como Sánchez.

Además, tras la venia del huido Puigdemont a quien empeñado el Estado de Derecho y la integridad territorial de España, la legislatura pende de la espada de Damocles de quien exigirá ser “repuesto” al mando de la Generalitat tras el plebiscito del 12 de mayo en Cataluña si suma un voto más que ERC para refrendar el matrimonio de conveniencia entre Sáncheztein y Putindemong.

Este “cupo con estelada” ya lo puso en danza el president Mas con la conformidad del PSC en el Parlament y la abstención de un desnortado PP en un acto “panglosiano” de optimismo ciego de su otrora jefa de filas, Alicia Sánchez Camacho, emulando al lumbrera del “Cándido” de Voltaire

En esta encrucijada, el primero no va a desalojar La Moncloa por las buenas, sino que no se parará en barras y recurrirá a las malas artes para aferrarse a ella, y el segundo, tras ser resucitado y rescatado de Waterloo como si fuera un héroe contemporáneo cuando es un fantoche acorde con estos tiempos gaseosos, se encaminará a una segregación -sin declinar de la unilateralidad- costeada por los españoles. Este nuevo arancel se traducirá en una soberanía fiscal de hecho edulcorada bajo el eufemismo “pacto fiscal”. En realidad, un trágala por el que Cataluña recaudaría el 100% de sus impuestos a cambio de un transitorio aguinaldo caritativo. Este “cupo con estelada” ya lo puso en danza el president Mas con la conformidad del PSC en el Parlament y la abstención de un desnortado PP en un acto “panglosiano” de optimismo ciego de su otrora jefa de filas, Alicia Sánchez Camacho, emulando al lumbrera del “Cándido” de Voltaire.

A este respecto, de aquí al 12-M, todo lo que nieguen al respecto Sánchez e Illa son “verduras de las eras”. ¿Acaso no ha sido así con los indultos, las amnistías y lo será con una consulta soberanista a la que el PSC, quebrando la disciplina de voto del PSOE con Rubalcaba, otorgó su sí en las Cortes en 2013 al secundar la resolución de CiU sobre el “derecho a decidir”? Mienten y lo saben aunque aparenten la sorpresa del personaje de Molière que llevaba 40 años hablando en prosa sin saberlo.

Para atrincherarse en La Moncloa, un aliado de Petro como Sánchez aventaja a notorios comunistas al apropiarse del programa que le quitaba el sueño de Podemos y que le llevó a repudiar a Pablo Iglesias en junio de 2016, para luego rehabilitarle como vicepresidente del Gobierno, por anteponer “el control de los jueces, de los fiscales, de los policías, de los espías y el derecho de autodeterminación de Cataluña, Galicia y País Vasco”. Cabalgando contradicciones, que diría hoy “el tabernero de Lavapiés” devenido en personaje castizo de zarzuela, Sánchez adelanta la Colombia de Petro y ronda la Venezuela de Maduro.

Si Napoleón consideraba a los jueces de instrucción los hombres más poderosos de Francia, ese inmenso poderío se traspasaría en la práctica al Gobierno con la intermediación de unos fiscales que, arrollada su equidad, serían su escudo o su espada para guarecerle del adversario

En los antípodas del Fiscal Barbosa, el obsequioso y obsecuente Álvaro García, tras ser declarado no idóneo por el Consejo General del Poder Judicial y de sentenciar el Tribunal Supremo su “desviación de poder” en provecho de su antecesora y bienhechora, Dolores Delgado, exministra de Justicia, supedita el Estado de Derecho al Jefe del Ejecutivo. Para gozar de mayor domesticidad, Sánchez se apresta a alterar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, según el triministro y tridente sanchista, Félix Bolaños, para acortar la instrucción contrarreformando lo legislado por él mismo para que no prescribiera el pillaje del PP y encomendársela a los fiscales para que estos, cuál sayones del Gobierno, tapen el saqueo sanchista y avienten el ajeno -incluso con procesos espurios- para torpedear la alternancia democrática.

Si Napoleón consideraba a los jueces de instrucción los hombres más poderosos de Francia, ese inmenso poderío se traspasaría en la práctica al Gobierno con la intermediación de unos fiscales que, arrollada su equidad, serían su escudo o su espada para guarecerle del adversario o para hostigarle. Escudo para que “Don Álvaro (García Ortiz) o la fuerza del sino”, como en la obra del Duque de Rivas, interrumpa las pesquisas judiciales en el mal apodado “caso Koldo” hasta celebrarse el 23-J para beneficiar a su sumo hacedor, y para poner al cabo de la calle (Ferraz, sede del PSOE) las investigaciones a fin de articular un plan de control de daños que dé al traste con pruebas incriminatorias. Y espada para no dejar ni a sol ni a sombra, por ejemplo, a la presidenta Ayuso al ventilar “urbi et orbi” los litigios hacendísticos de su novio hasta infringir el Estatuto de la Fiscalía como la ministra del ramo, María Jesús Montero, la Ley Tributaria.

De esta guisa, se alcanza el punto ominoso de que el abuso de poder suma como mérito cardinal para detentar, que no ostentar, la encomienda de Fiscal General del Estado, de forma que Sánchez disponga de un “gran canalla” en un sitio capital como le auguró Samuel Johnson a un recién nombrado que le preguntó sobre si estaría a la altura del nuevo rango. El despotismo de autócrata de Sánchez ha degenerado al PSOE y al Ejecutivo en una pandilla -la tropa de los Galindo al darle nombre al espécimen alzado como Letrado Mayor de las Cortes para otorgar su “nihil obstat” a la ley de amnistía- resuelta a “trabajar en la dirección” del César y con el mismo servilismo del personaje de López Vázquez en Atraco a las tres: “Fernando Galindo, un amigo, un admirador, un esclavo, un siervo”.

A medida que se agudiza el declive sanchista y la corrupción cerca a los Kirchner de La Moncloa, Sánchez se arma privatizando el Estado en su provecho y gubernamentalizando las empresas privadas a base de endeudar el Estado bajo el santo y seña de “¡Más madera! ¡Esto es la guerra!”

En paralelo a la toma partidista de las instituciones por los peores y, por ende, los más sumisos, Sánchez coloniza todas las herramientas de poder sin freno ni límite. Lo hace un día sí y el otro también como esta Semana Santa designando presidenta interina de la RTVE a una fidedigna inepta socialista que quedó en el puesto 86 entre los 95 concurrentes al concurso de consejeros de Administración del ente. Todo ello cuando no habían transcurrido ni 24 horas de que la ministra-portavoz, Pilar Alegría, con sonrisa de anuncio de dentífrico, proclamara jacarandosa que “lo verdaderamente importante” era preservar la independencia de la corporación, después de la semana anterior dar alas a un bulo contra la mujer del jefe de la Oposición.

Concepción Cascajosa le basta con su fanatismo sanchista y su condición de sexadora de ideología de género. Sin atisbo de mérito, capacidad e independencia como Sánchez le apremiaba, con lazo naranja en la solapa, a Rajoy cuando acudía a TVE arropado por los plañideros de los “viernes negros” que hoy se enseñorean de los telediarios del “Gran Hermano Pedro”, así como se adueñan de la parrilla las productoras “pata negra” amigas de Sánchez y herederas de “los brujos visitadores” de Zapatero que debeló Juan Luis Cebrián cuando Prisa fue desplazada del favor presidencial para caer en manos de aquellos. Al vítor de “coronavirus, oe” promueve al “golden boy” David Broncano para que artille desde TVE la residencia mediática contra los desafectos y lo municiona con 42 millones de un contribuyente este Martes Santo, con premeditación y alevosía, ha sableado con un gravamen -solidario, faltaba más- para sostener unas pensiones que, según la farfolla gubernamental, no peligran.

A medida que se agudiza el declive sanchista y la corrupción cerca a los Kirchner de La Moncloa, Sánchez se arma privatizando el Estado en su provecho y gubernamentalizando las empresas privadas a base de endeudar el Estado bajo el santo y seña de “¡Más madera! ¡Esto es la guerra!” Si ya se negó a aceptar las líneas rojas que le marcaron los barones socialistas y se condujo por ellas, ahora tampoco dirá “aquí me mantengo” si no que rebasará ese punto que no debiera sobrepasar ningún político, según aconsejaba el sociólogo de sociólogos Max Weber. Pero el aventurerismo de Sánchez y de su sosia Puigdemont no atiende a guardarraíl alguno aun a riesgo de descarrilamiento o de choque de convoyes precipitando “cómo mueren las democracias” allende y aquende de los mares.