Abrazos o patadas

ABC 18/05/15
IGNACIO CAMACHO

· En el PP cunde con exagerado optimismo la idea de que C´s acudirá en su socorro. Eso no está escrito en ninguna parte

HASTA el día de las elecciones los votos son de quien los da; a partir del escrutinio pertenecen a quien los recibe, que debe custodiarlos y administrarlos durante los próximos cuatro años. Esto incluye la necesidad de interpretarlos, delicada tarea en un país donde no se suelen votar propuestas sino sensaciones. El paroxismo cómico de este llamémosle sufragio emocional lo ha alcanzado ese candidato gallego de C´s que ha salido en polvorosa al enterarse –¿no lo había leído antes, hombre de Dios?– de su propio programa. De cualquier modo ésa es nuestra realidad electoral: una democracia emotiva en la que mucha gente no decide tanto sobre medidas de gobierno, es decir, de ofertas objetivas y en algunos casos racionales, como sobre pálpitos del corazón y hasta de las tripas.

Por eso desde el domingo el gran desafío de Ciudadanos consistirá en descifrar la voluntad de sus votantes para que no les pase como al candidato en fuga. Para algunos de sus dirigentes, de origen socialdemócrata, tal vez no resulte grato admitir que gran parte de sus apoyos procede de una derecha descontenta con el Gobierno pero no tanto como para bascular el voto a favor de la izquierda. Una evaluación subjetiva del criterio de su electorado a la hora de pactar conduciría al nuevo partido a la prematura decepción de sus simpatizantes. Pero los votos, una vez emitidos, son de sus receptores y por tanto es a los representantes electos a quienes corresponde gestionarlos.

En el Partido Popular ha cundido con exagerado optimismo la idea de que C´s acudirá en su socorro allá donde no logre mayoría, que será en casi todas partes. Eso no está escrito en ningún sitio. Si Rivera se entrega de hoz y coz al PP disolverá la identidad de su organización, desacreditará su independencia y arruinará sus expectativas futuras. Su discurso regeneracionista ofrece cambios y los votos que obtenga le darán derecho a reclamarlos. Sin embargo su transversalidad ideológica le va a ocasionar problemas si pretende trasladarla a equilibrios de alianzas variables. Una abstención táctica o descomprometida también implica costes porque participar en las elecciones significa asumir responsabilidades.

Tampoco el PP se lo pone fácil; su campaña no es la de un potencial socio. Inquieto por la brecha abierta en su flanco, el marianismo arremete en tromba contra un rival al que tal vez debería tratar de matar a abrazos en vez de molerlo a patadas. Cada invectiva, cada descalificación, los separa y encarece los posibles acuerdos. En la vieja política la aspereza de la contienda electoral era parte de una escenificación, de una pragmática simulación sobreactuada; pero el mensaje de Ciudadanos es, precisamente, el de una nueva política más sincera o más depurada de hipocresías rituales. Y aunque sus votantes no se lean el programa quizá deberían hacerlo los que aspiran a convertirse en sus aliados.