Tonia Etxarri-El Correo

No está el Gobierno para exhibir unidad. Ni bloque compacto entre los que eran más y ahora se han quedado en cuadro cada vez que tienen que sacar adelante una iniciativa legislativa conflictiva en el Parlamento.

Por eso, al presidente Sánchez no le gusta someterse al control de la oposición, para no dejar en evidencia su minoría cada vez más acusada. Por eso, rehuye de los contrapesos legislativos. No es casualidad que mañana se vaya a cumplir un año de la última vez que Sánchez se sometió a una sesión de control en el Senado. Un año. No quiere que se note que los socios que le compensaron su fracaso en las urnas el pasado 23 de julio de 2023, para poder gobernar, ahora no le siguen en los retos más acuciantes como en su pacto con Junts sobre el control de la inmigración o en los gastos de defensa, por ejemplo. Y la brecha es tan grande que su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha conseguido forzar, para hoy, una reunión con Sánchez en plena rebelión de IU, que ya se está preparando para salir a la calle a protestar contra el incremento del presupuesto militar.

Con este ambiente, el Parlamento aguarda las explicaciones del presidente sobre su política de defensa pero, Sánchez, de momento, se reserva para hablar con los grupos políticos en una ronda, de uno en uno, ‘sotto voce’, a pesar de no haber evacuado consultas, previamente, con el principal partido de la oposición. El veto a Vox se desautoriza por sí mismo. Con Abascal no, que son trumpistas y putinistas, pero con Bildu, Junts, ERC, Podemos y Sumar sí, aunque sean proPutin. Cuando rige el cálculo electoral se difumina la coherencia. Y Sánchez quiere seguir explotando la cruzada contra la derecha aunque su actitud no esté siendo, precisamente, la de un líder europeo antitrumpista.

Ha ido arrastrando los pies en el reto europeo del rearme frente al peligro de Rusia. «Visto lo visto», dice, hay que incrementar el gasto militar pero, vaya por Dios, ahora que ha reconocido que tiene que subir hasta el 2% del PIB antes del 2029, resulta que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, apunta ya a un gasto que supere el 3%. Pedro no recobra el resuello. Sabe que está sin margen. Porque no es en la derecha sino en su propio conglomerado de socios en donde no encuentra el apoyo necesario para presentarse en Europa con la determinación de otros países como Francia, Reino Unido o la propia Alemania. No es sólo el Parlamento. Son sus aliados de investidura y socios de gobierno quienes se han sentido ignorados por un presidente que se ha movido con una calculada indefinición sobre el rearme de Europa por no incomodarlos, conociendo sus aficiones proPutin en general. Podría reducir otras partidas del gasto público, ¿no? Eso le permitiría incrementar el presupuesto de defensa. Pero sus socios no se lo permitirán. No le sirve los emplazamientos de quienes le aconsejan que emule a su homólogo Scholz, que convocó elecciones al quedarse sin apoyos en la coalición de gobierno. ¿Y qué le pasó al socialdemócrata alemán? Que perdió en las urnas quedando como la tercera fuerza política. Un escenario del que huye Sánchez como gato escaldado.