La ministra de Igualdad es un producto de dos famosos apotegmas de Zapatero. Uno, su reputado método para desmitificar el poder: «Cada noche le digo a mi mujer: ‘Sonsoles, no te puedes imaginar la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar’». Y dos, la pieza clave de su relativismo epistemológico: «Las palabras han de estar al servicio de la política».
El estreno de la ministra de Igualdad no ha podido ser más espectacular. Fuegos artificiales que desprendían neologismos como chispas multicolores. La presidenta de la Comisión, que ha sido ministra antes que fraila, y la compareciente, que regaló su verbo a los miembros y las miembras de la misma. Desde que empezó a extenderse el lenguaje de género a impulsos del Gobierno, el arriba firmante viene incluyendo con regularidad en sus columnas la expresión «el Consejo de Ministros y Ministras». El hecho de que Bibiana Aído la use sin asomo de ironía viene a subrayar el hecho de que las personas (o personos) que hoy gobiernan han elegido el guión de La vida de Brian como programa de Gobierno.
La ministra más joven de la Historia de España es un producto (o producta) de dos famosos apotegmas de Zapatero, vigas maestras de su pensamiento. Por una parte, su reputado método para desmitificar el poder: «Yo, cada noche, le digo a mi mujer: ‘Sonsoles, no te puedes imaginar la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar’». Tiene razón: nombrar ministros y ministras es su prerrogativa constitucional, lo que convierte en obvia su aseveración. Podrían gobernar, no cientos de miles, sino millones de españoles. Bastaría con que el presidente rebajase un poco más (aún) sus criterios selectivos. Desde ayer mismo, la ministra habrá empezado a caer en la cuenta de que, si gobernar pueden muchos, hacerlo bien es arte que está al alcance de mucha menos gente.
Por otra, en aquel tiempo, acuñó Zapatero la pieza clave de su relativismo epistemológico: «Las palabras han de estar al servicio de la política, no la política al servicio de las palabras».
Resultado práctico: la ministra de la Gobierna tuvo que deshacer los malentendidos de sus palabras imprecisas al día siguiente. El famoso teléfono ya no es para maltratadores, sino para resolver las dudas de los hombres sobre el nuevo paradigma de la masculinidad que tiene en la cabeza la ministra. Así se impide que un hombre con problemas llegue a ser un maltratador.
Impresionante. Su web oficial todavía mantiene los términos exactos de la iniciativa: «El Ministerio [o la Ministeria] de Igualdad pondrá en servicio un teléfono para los hombres, que les ayude a canalizar su agresividad, en vez de recurrir a la violencia». Dejando a un lado la mejorable sintaxis, parece claro que el teléfono es un bien sustitutivo. Pero es que, además, un hombre que tiene dudas sobre cómo asumir su paternidad, la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos o en las tareas domésticas, nunca va a ser un maltratador. Este, como el terrorista, el violador o cualquier otro psicópata, no duda; actúa mientras no se le detenga.
Ya en este plan, no es de extrañar que si se siente capacitada para «trabajar en [la definición de] una nueva forma de masculinidad», considere que su ocurrencia de la víspera, «los miembros y las miembras» debe incorporarse al diccionario, para espanto de don Gregorio Salvador, titular del sillón ‘Q’ de la RAE: «Eso sólo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo». Prejuicios. Si esta jasp es ministra, ¿por qué no va a ser también la académica más joven de la Historia?
Bibiana ha sido elegida por el presidente para encargarse de uno de los ejes de la legislatura: la igualdad entre los hombres y las hombras de España. Los otros dos son: el crecimiento económico basado en las nuevas tecnologías y la lucha contra el cambio climático. ¡Ay, madre!
Santiago González, EL MUNDO, 11/6/2008