EL CORREO – 08/06/14
· Acto de proclamación. La Generalitat, que enviará al president a la ceremonia en el Congreso, reconoce que la llegada al trono de Felipe VI puede afectar a la hoja de ruta soberanista.
Tras casi una semana mareando la perdiz, Artur Mas despejó ayer las dudas sobre su asistencia, el próximo día 19, al acto de proclamación del futuro Rey Felipe VI en el Congreso de los Diputados. «Iré a Madrid y asistiré al acto de coronación del nuevo Rey de España, con el que queremos tener una relación de respeto institucional», aclaró el presidente de la Generalitat en una visita en Girona.
Mientras tanto, el lehendakari Urkullu sigue sin aclarar si asistirá o no a la ceremonia, y no lo hará hasta que no reciba formalmente la invitación. Fiel a la observancia del protocolo, Urkullu mantiene su mutismo, aunque no resulta lógico pensar que se ausente del acto, máxime cuando el jefe del Ejecutivo catalán, que ha llegado mucho más lejos en su desafío soberanista al Estado, se ha visto obligado a rectificar y acudirá. El lehendakari ha saludado además desde el principio la sucesión en la institución monárquica como «una oportunidad» para abrir «un nuevo ciclo» en Euskadi y ha hablado incluso de pacto con la Corona, en línea con la tradicional relación pragmática y a la vez cordial entre los nacionalistas vascos y los Borbones.
Más allá de las distancias que el Govern quería marcar con la Jefatura del Estado, el principal problema de Artur Mas era de agenda, ya que la ceremonia coincidía con un viaje de promoción económica y cultural de Cataluña en Estados Unidos. Finalmente, se ha visto forzado a acortar su periplo, consciente de que su gesto iba a ser interpretado como un desplante al Estado y un paso más hacia la ruptura institucional. La Generalitat informó ayer de que Mas mantiene la primera parte del itinerario previsto, que arranca el 16 de junio e incluye la inauguración de una planta de una farmacéutica catalana en Carolina del Norte, pero no su agenda en California, a donde viajarán nada menos que tres consellers.
El cambio llegó un día después de las críticas del PP y PSOE, de las que le han caído en Cataluña incluso desde sectores mediáticos afines, y cuando el Gobierno le conminó al pactismo y pidió a CiU que apoye la ley de abdicación, aunque la federación mantiene, igual que el PNV, su postura abstencionista. Incluso su socio de coalición, Josep Antoni Duran Lleida, había deslizado un reproche cuando afirmó que acudiría a la ceremonia con «mucho gusto y con plena normalidad democrática».
La paciencia parece estar agotándose, por cierto, en el seno de Unió, que ha recibido también con profundo malestar la interpretación que hizo el portavoz del Govern, Francesc Homs, de la sucesión en una mesa redonda en Ginebra, donde opinó que la abdicación busca «mantener el negocio familiar». Los democristianos de Duran admiten que habrían pedido su dimisión si no llega a matizar sus palabras.
En ese clima, y para evitar que su rectificación se interprete en los sectores más independentistas como un síntoma de debilidad, Mas aprovechó para cargar contra el Gobierno central, que, a su juicio, «no trata bien a Cataluña». La Generalitat insistió, a través de un comunicado, en que Mas renuncia a encuentros «muy relevantes» en Estados Unidos por una cuestión de elemental respeto «al margen de las discrepancias políticas» que mantienen las instituciones catalanas con «los poderes del Estado». Mas y CiU, continúa la nota, quieren mantener la actitud «positiva y constructiva que marca desde el principio el proceso democrático catalán» y «fomentar las mejores y más cordiales relaciones con el Estado español».
La tercera vía
Aunque el Govern y Convergència han hecho múltiples gestos desde que se conoció la abdicación del Rey para dejar claro que la hoja de ruta soberanista se mantiene inalterable, desde el Ejecutivo autonómico admiten que el cambio de Rey puede influir en el proceso. «Todo afecta», reconocen. «Depende de lo que quieran poner sobre la mesa, ya saben por dónde debe ir la propuesta», añaden. «Todo el mundo conoce cuál es el fondo de la inquietud de la sociedad catalana, qué es lo que sucede en términos de falta de lealtad respecto a lo que necesitamos», concluyen.
Desde CiU y desde la Generalitat insisten en que toda oferta debe pasar por las urnas. Esta semana, sectores soberanistas han vuelto a recordar y a destacar en las redes sociales una frase que pronunció el Príncipe Felipe en el Parlamento catalán en 1990: «Cataluña será lo que los catalanes quieran que sea». El derecho a decidir es el nudo gordiano en las relaciones entre Cataluña y el resto de España y la propia Casa Real ha admitido que una de las causas de la abdicación fue que se espera un otoño «complicado», una referencia indirecta a la convocatoria del referéndum, previsto para el 9 de noviembre.
¿Espera, por tanto, el Ejecutivo catalán que algo se mueva con el nuevo Monarca? «No queremos especular. Si hay cosas distintas de las que conocemos, bienvenidas serán y serán bien escuchadas», afirma un conseller de Mas. El caso es que don Felipe, que es príncipe de Gerona, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer, todas ellas localidades catalanas, ha intensificado en los últimos tiempos su presencia en Cataluña –docena y media de visitas en año y medio–, habla con fluidez el idioma y en aquella comunidad se le atribuye un talante más abierto que el de su padre.
El independentismo, de hecho, teme que el nuevo Rey pueda alentar una solución intermedia entre la actual situación y la secesión, la llamada tercera vía que proponen, con diferencias, Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) y Josep Antoni Duran Lleida (CiU). De ahí el cierre de filas tan madrugador de Mas: existe la inquietud de que, en caso de activarse alguna alternativa negociada, puedan abrirse grietas en el bloque soberanista.
EL CORREO – 08/06/14