Isabel San Sebastián-ABC

  • Después de insultar a la oposición en el Congreso, Sánchez pide pactos y unidad

Tras su actuación desafiante y chulesca del pasado jueves en el Congreso, Pedro Sánchez hizo ayer un alarde de hipocresía rampante para pedir humildemente «unidad» ante la pandemia. Nos vino con el cuento de la «desescalada política», el rechazo a las «palabras gruesas», el «diálogo» y la «mano tendida». Después de mostrar su más profundo desprecio a los representantes de la soberanía nacional, mintiendo con descaro en sede parlamentaria además de insultar a cuantos intervinientes no le rindieron pleitesía; después de lanzar a su portavoz, Adriana Lastra, a un ataque brutal contra la oposición de centro-derecha, ayer se puso al fin la corbata negra, se enfundó en la piel de cordero y adoptó un tono fingidamente conciliador para suplicar un

gran pacto nacional destinado a enfrentarnos juntos al «enemigo exterior». ¿Cabe mayor cinismo? ¿Habrá alguien tan rematadamente ingenuo o directamente idiota como para comprar semejante bazofia? Confío en que ni Pablo Casado ni ningún presidente autonómico se tragaran tamaña sarta de embustes, porque no pasará mucho tiempo antes de que el mismo que ayer decía tenderles la mano los apuñale por la espalda culpándolos de los fracasos imputables a su Gobierno. Lleva semanas haciéndolo en lo que respecta a Madrid, con una desvergüenza propia de quien está infinitamente más preocupado por su propia supervivencia política que por brindar soluciones a una población atenazada por el miedo a la enfermedad y la ruina.

La sesión parlamentaria celebrada con el fin de avalar la ampliación del estado de alarma pasará a los anales de la infamia. La rueda de prensa de ayer, a los de la hipocresía. Con todos los años que llevo haciendo información y análisis político, nunca había asistido a nada más burdo. No sé si nos toman a todos por imbéciles, están muy nerviosos ante las consecuencias de su negligencia o es que la arrogancia del personaje le lleva a creerse sus propias patrañas, pero lo cierto es que ayer Sánchez se jactó de ser un ejemplo de humildad en la aceptación de las críticas. Una afirmación que induciría a la risa si no fuera por el dolor y la rabia que inspiran más de quince mil fallecidos.

En su incalificable intervención parlamentaria de la semana pasada, cuajada de engaños proferidos sin sonrojarse, Sánchez presumió de encabezar el Ejecutivo más transparente ante esta crisis. Ayer demostró una vez más la magnitud de esa falacia ofreciendo una pseudo «rueda de prensa» en la que no tuvieron derecho a preguntar ninguno de los grandes diarios nacionales, empezando por ABC, ni de las radios independientes. Ningún medio de primer nivel y sí panfletos podemitas como «la marea». En esa misma alocución parlamentaria aseguró que España había recibido la puntuación más alta de los países occidentales en un estudio de la Universidad de Oxford en cuanto al rigor en la respuesta a la pandemia. ¡Gran trola! Nos superaron Francia, Italia, Austria, Croacia, Nueva Zelanda y algunos más. Su fiel escudera Lastra, convertida en una máscara de odio, dedicó buena parte de su diatriba a injuriar al PP, aunque halló tiempo para faltar burdamente a la verdad al decir que el nuestro fue «el país que antes tomó medidas ante los primeros muertos». Nos predecieron Portugal, Hungría, Bélgica, Grecia, Austria y Lituania, entre otros. Lo que sí hizo este gobierno fue bloquear las compras de material sanitario y enviar a nuestros sanitarios a combatir esta guerra desnudos, provocando que más de 25.000 se hayan contagiado y que encabecemos tristemente el podio de víctimas mortales por millón de habitantes. Ese es, a día de hoy, el legado de Pedro Sánchez.