Iñaki Ezkerra-El Correo

Las contradicciones de la oposición se quedan en nada al lado de las del Gobierno

Se publica en estos atribulados días un manifiesto que acusa a Sánchez de mantener a la población en un arresto domiciliario humillante. Me lo pasa y elogia alguien que a su vez me pone de ejemplo el caso griego, esas drásticas medidas preventivas que tomaron los gobernantes de ese país y que han reducido al mínimo el número de contagios. No le digo nada porque esa falta de coherencia en su argumentación me advierte de que es inútil explicarle que no se puede culpar a nadie de una cosa y la contraria. No se puede, sin desafiar a la lógica, acusar al Gobierno de confinarnos arbitrariamente y a la vez reprocharle que no nos confinara antes del 8-M. No se puede responsabilizar al Gobierno de los muertos que, ciertamente, ha causado su desaprensión y a la vez relativizar el efecto letal del coronavirus comparándolo con otras causas de muerte, como hacen ciertos iluminetas en los vídeos virales y las redes sociales. No se puede estar toda la vida lamentado que tengamos un Estado fallido y a la vez lamentar que ese Estado se haga valer por una vez en la vida. No se puede pasar del llanto por la España sin Estado al grito contra el Estado omnímodo, intervencionista y opresor.

La pandemia del Covid-19 ha logrado llevar a su apogeo ese ‘pensamiento cuántico’ que ha traído el populismo, tanto el de izquierdas como el de derechas, y que lleva al cerebro humano la mecánica ondulatoria que ilustraba Schrödinger con el ejemplo del gato que podía estar vivo y simultáneamente muerto dentro de una caja. Y, así, la misma persona que no perdona a Carmen Calvo que alentara las manifestaciones del Día de la Mujer lamenta que e»ste Gobierno ateo haya logrado acabar con las misas y actos religiosos de Semana Santa». No entiende que un cura infectado dando de comulgar en una iglesia es tan peligroso como Irene Montero repartiendo estornudos en el 8-M.

Dicho lo dicho, creo que todas esas contradicciones de la oposición se quedan en nada al lado de las del Gobierno, por eso, porque nos gobierna; porque ese hecho conlleva la mayor responsabilidad y porque la gravedad de ésta en todo lo que está sucediendo en estos días terribles no tiene precedentes en la etapa democrática de este país. No puede un presidente admitir tácitamente sus errores al disculparlos con su teoría del «sesgo de retrospectiva» y salir su ministro de Interior diciendo que ese Gobierno no tiene que arrepentirse de nada. No puede decir eso ante más de 15.000 muertos. Y no puede proponer reeditar los Pactos de la Moncloa un Ejecutivo que nació de la cultura que desprecia la Transición y que es la viva encarnación de ese desprecio ¡Cuánto ‘cuántico’ anda suelto en esta cuarentena!