Tonia Etxarri-El Correo

La política de hechos consumados de Sánchez está agotando a la oposición y al lehendakari Urkullu

Menos ideología y más medidas claras (a poder ser, coherentes) es lo que necesitamos los millones de ciudadanos que seguimos confinados. Observando a distancia a nuestros mayores con la esperanza de que la parca no los incluya en su lista negra antes de tiempo. Y preguntándonos qué actividades quedarán en pie cuando volvamos a recuperar la normalidad algún día. Con las dudas sobre cómo se va a producir la vuelta a muchos trabajos esta semana (¿mascarillas para todos?) y con las críticas que está recibiendo Sánchez por su política de hechos consumados, los nacionalistas vascos celebraron ayer su Aberri Eguna. Desde los balcones. El PNV y la izquierda abertzale confluyeron en la exhibición de las ikurriñas. El concepto de Euskadi como nación une mucho más allá de las disputas electorales. Su rivalidad, pues, ayer se cobró un paréntesis. Para colgar la bandera. Un símbolo que, desde que lo adoptó el Parlamento vasco, pertenece a toda la comunidad vasca. Y así está reconocido en el Estatuto de Gernika.

Pero su utilización fue criticada desde el PP de Carlos Iturgaiz por considerar que la ikurriña utilizada en un día de festividad nacionalista, pretendiendo que se utilice en todas las casas, sirve para dividir y señalar. Los que son ‘pata negra’, los que no. El manifiesto del PNV aludiendo al extraordinario extremo de la nueva era de globalizaciones «de aportar virus letales» y al derecho del pueblo vasco a tener las mismas oportunidades y capacidades que las «naciones de su entorno» ya marcó la impronta ideológica, aprovechando las circunstancias del coronavirus. Una actitud que contrastaba con el gesto del lehendakari Urkullu que renunció a pronunciar su discurso de Aberri Eguna. Consciente de que ésa es una convocatoria partidista aunque se diluya en el amplio concepto de la patria.

Así está el ambiente en pleno confinamiento. Entre la acusación, desde la izquierda, de que la derecha está haciendo una «utilización impúdica» de los muertos y la negación desde las televisiones de los duelos particulares (más de 16.972 fallecidos ya en todo el país) porque al Gobierno no le interesa dar la imagen de un país de luto.

El gesto de renuncia del lehendakari a ponerse frente a la televisión es de agradecer. Porque lo último que queremos ver ya es a un responsable político aparecer en el salón de nuestro confinamiento, como hace el presidente, para presumir de su gestión.

El lehendakari fue prudente con la fiesta nacionalista pero implacable con Sánchez en la reunión telemática que el presidente mantuvo con todos los representantes de las comunidades autónomas. Él también está hasta indignado con la permanente escenificación. Con decisiones no compartidas. Unilaterales. Sánchez decide sin consultar y luego llama para comunicar. Y en el tercer tiempo, pide apoyo. Es decir: adhesión sin rechistar.

Pero para reclamar unidad hay que estar dispuesto a negociar. ¿Sánchez ha realizado alguna llamada a los que practicaron el diálogo con respeto en épocas anteriores? Se necesita menos arrogancia. Más autenticidad cuando pide unidad al principal partido de la oposición sin ser capaz de mirar de frente a Pablo Casado cuando le está hablando en sede parlamentaria. Ni siquiera le agradece que vaya a prorrogar los poderes extraordinarios del estado de alarma una quincena más gracias, entre otros, al PP.

Pedir unidad a golpes de insultos a la oposición (made in Adriana Lastra) no parece el mejor camino para labrarse un consenso. Para apelar a la Constitución no resulta riguroso tomar solo una parte a conveniencia (estilo Iglesias) sin respetar todas las prescripciones de la Carta Magna. Todas. Sánchez está agotando la lealtad de la oposición con sus constantes relatos exculpatorios y su acción unilateral. Podrá adornarse con llamadas a las grandes alianzas. Pero en el gobierno cohabita con Podemos, incompatible con alianzas transversales. Un pacto sin el PP y sin los empresarios solo será una simulación. Nada que ver con el consenso.