Hermann Tertsch, ABC, 21/6/11
Las cantantes se declaran de derechas y los comunistas deciden en Extremadura que están hartos de la secta
RUSSIAN Red es en realidad, ahora lo sé, Lourdes Hernández, una cantante madrileña de tiernos 25 añitos a quien le debió de parecer muy mono el nombre artístico que eligió, pero que nada sabe, ni tiene por qué saber, de las mugres que nos evoca a algunos esas palabras combinadas. Quizás ahora se haga una idea. Porque esta inocente cantante ha visto cómo su desenfadada respuesta a una pregunta inocente la ha convertido en blanco de las diatribas de los guardianes de las esencias del espíritu nada «russian» pero muy «red» que tienen aún en nuestro país privilegiada reserva. La jovencita en pleno éxito debe de gozar mucho de las entrevistas. En una le preguntaron si era de derechas o de izquierdas, qué manía. Y ella, candorosa, reveló que se consideraba de derechas. ¡Amiga! ¡Hasta aquí hemos llegado! A partir de ahí se acabaron las bromas para Lourdes, a la que de tanto cantar al amor no le había dado tiempo a saber en qué país vive. «Fascista» la ha llamado un político socialista cuyo nombre me da pereza buscar. Y otro cantante, cuyo nombre me da igual, la ha llamado «cabrona y cretina». Me dirán ustedes que conociendo el parqué de majaderos y almas bolcheviques de este país no ha salido mal parada. Pero es que hay más. Un periódico, que fue intento muy logrado de hacer prensa de izquierda liberal en España y degeneró en gacetilla sectaria del izquierdismo cutre y panfleto de hostigamiento contra todo lo que no baile al son de la flauta socialista (y de la empresa), consideró que Russian Red había cometido una gravísima falta. Ni socialista, ni progresista, ni revolucionaria, ni siquiera de Bildu. De derechas. Exigía un escarmiento. Se decidió, con el celo de los reporteros de boletín de agrupación, indagar la impresión y opinión de otros cantantes ante tamaña barbaridad de aquella niña, hasta entonces bien tratada. La operación de castigo tuvo por supuesto el resultado apetecido.
Están de los nervios. Las cantantes tiernas se declaran de derechas y los comunistas deciden en Extremadura que están hartos de la secta. Cada vez han de incorporar más nombres a sus listados malditos de «fascistas» a los que intentar desprestigiar o causar daño de la forma que sea. La España proclamada por ellos sociológica e intrínsecamente de izquierdas se les ha llenado de «gilipollas», como dice el ex alcalde, o de «hijos de puta», como escribe alguna de sus musas más sensibles. Todas sus cortinas de humo, su virtuosismo en la manipulación y la mentira, han dejado de tener efecto, como un antibiótico agotado por el abuso. Por eso agitan ya el único recurso que les queda, siempre utilizado con ahínco, que es el miedo. Pero da la impresión de que esta vez han ido demasiado lejos con sus tropelías. Que el hartazgo y el asco han superado al miedo. Que con Zapatero han extremado tanto la dosis de mentira, basura intelectualizada, deshonestidad, soberbia e ineptitud, que esta vez no escaparán al desprecio y al oprobio social. Pueden haberse acabado definitivamente los tiempos en los que podía declararse hegemónica en este país esa mugre ideológica que nos lanza siempre al pasado, con su rencor, su prepotencia y su vocación intimidatoria. Y que acabará en reductos marginales en los que se encuentra en las sociedades más desarrolladas. Ahora buscan salvarse del naufragio manipulando la angustia de los ciudadanos ante la miseria por ellos creada. También ahí quieren imponer su discurso resentido. Pero da la impresión de que ya están camino al basurero de la historia. Si no asustan ya ni a Russian Red, no los salva ni Fouché.
Hermann Tertsch, ABC, 21/6/11