ABC-LUIS VENTOSO

Sánchez ha probado que se puede mentir y ganar elecciones

LO cuento como ejemplo de que para algunos la verdad ya no cotiza. Lo único importante es la ideología, que debe avasallar toda realidad que la contradiga. El sábado, este periódico publicó un reportaje realizado en barrios destrozados de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela, que mostraba en toda su crudeza la catástrofe humanitaria causada por la narcodictadura de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino. Las fotografías, vídeos y textos recogían la penuria extrema de la población, que pasa hambre, sufre apagones constantes y observa impotente como muchos enfermos no pueden ser atendidos en hospitales y se ven condenados a una sentencia de muerte en sus casas. Varios dramas personales aparecían contados con fotos y vídeos de sus protagonistas: una bebé desnutrida, el horrible fin de una médico veinteañera quemada viva en un robo, la impotencia de una madre a la vera del camastro donde se retuerce su hijo escuálido… Pero la imagen que se convirtió en un grito que dio la vuelta al mundo fue la de un hombre de 28 años del barrio de Altos del Milagro, que sufre una hidrocefalia congénita y al que el hambre ha dejado en los huesos, como lamentaba desesperada su madre. La fotografía era durísima por el drama que mostraba. También profundamente humana, por la mirada digna y melancólica del chico, que parecía añorar un cabo que lo enganchase a la vida. Tras un debate editorial, la imagen acabó ocupando la portada de ABC, al suponer un aldabonazo sobre lo que está haciendo la satrapía comunista con los venezolanos.

Pues bien, nada más publicarse el reportaje arreció en las redes sociales una campaña de izquierda radical asegurando que la foto era falsa, que no había sido tomada en Venezuela, sino en Yemen, y que el periódico estaba engañando al público. Es evidente que medios de la categoría de ABC no incurren en una trampa así. Pero quien tuviese dudas lo tenía fácil para despejarlas: los vídeos probaban de manera indiscutible que no era Yemen, sino Venezuela. Da igual. Tuiteros con el cerebro embotado por la ideología seguían sosteniendo que se trataba de una manipulación para denigrar al régimen de Maduro. Esas personas no estaban dispuestas a que la realidad modificase sus apriorismos dogmáticos.

Sánchez ganó las elecciones y por lo tanto debe gobernar. Vivimos en una democracia. Pero eso no impide reconocer que su victoria deja un regusto ingrato. ¿Por qué? Pues porque los votantes no han sancionado algo muy problemático: su manifiesta mala relación con la verdad. Sánchez, siendo ya presidente, ha hecho manifestaciones en el Parlamento que se han probado falsas. En el propio debate de cierre de campaña esgrimió un supuesto documento de la Junta de Andalucía para criticar a Rivera y Casado que resultó ser la carta de un particular. Pero los españoles no le han pasado factura por faltar a la verdad. Al revés, ha ganado votos. La verdad parece haber dejado de importar a muchos votantes. Esa es la gran falla moral que han retratado estas elecciones. Si viviese en la España de hoy, Nixon no habría dimitido por el Watergate.