Admiróse un portugués

Decía Unamuno, un día que se puso pesimista, que cuando el euskera desapareciese hablaríamos patrióticamente en inglés, todo por no hablar en castellano.

Como el europarlamentario de ERC, que al no poder hablar en catalán lo hizo en alemán, con acento de su tierra, llevándole al despiste y a la equivocación al vicepresidente de la Eurocámara, contradiciendo aquel soneto que tuve que aprender en el colegio por el que se admiraba un portugués de que todos los niños de Francia supieran hablar francés -porque, «arte diabólico es, dijo torciendo el mostacho, que para hablar en gabacho un hidalgo en Portugal, llega a viejo y lo habla mal, y aquí lo parla un muchacho»-. Pero los nacionalistas periféricos españoles hablan cualquier idioma menos el suyo, el español, y esto no lo sabía este portugués que se hizo un lío, interrumpiendo al de ERC.

Lo mismo pasa con lo militar, no todo lo militar es malo. En las fiestas de Vitoria se suspendió una exhibición de la Patrulla Águila porque es del Ejército español. El domingo pasado hizo su exhibición y hubo manifestación antimilitarista. Pero en la Ría de los anguleros, en la dársena de Euskalduna, y no precisamente a reparar según contrato con los astilleros Izar, ha llegado una patrullera, militar, por supuesto, pero irlandesa, que durante unos días podrán visitar niños y familiares gracias a los auspicios del Museo Náutico de Bilbao. Y no ha salido ninguna autoridad local, ni siquiera de los verdes de Madrazo, quejándose por la presencia de esta nave de guerra. Es que es irlandesa, De Valera y todo eso… Sin embargo, gran parte de la historia del astillero Euskalduna se basó en la construcción de barcos de guerra, incluidos los que hundieron los americanos en Cuba. Y muchos católicos irlandeses vinieron a apoyar con su color verde a las tropas de Franco -hasta uniforme tenían- frente a las hordas comunistas. Y niños y familiares podrán visitar la patrullera con los colores de la verde Eire. Estamos locos. Lo cutre provinciano convertido en gran ideología con bicolor al fondo.

Por el contrario, el Premio Nacional de Cinematografía bien merecidamente, se le ha concedido a Javier Aguirresarobe, que lo recibió en San Sebastián de manos de la ministra de Cultura. Y en el mismo escenario que pisó Woody Allen, cuya preocupación más dramática en Annie may era no verse un día, anciano y babeante, llevando una bolsa de plástico de un supermercado y entrando en un café haciendo apología del socialismo. Él ya era para entonces, lo dice en la misma película, un reaccionario, «pero de izquierdas».

¿Tiene algo que ver con San Sebastián Woody Allen, el gran diletante pequeño burgués, crítico con todo lo trascendente menos la trascendencia del individuo que la exalta en su persona hasta convertirla en un templo? Viejo escéptico de su judaísmo, que sólo lo utiliza para satirizarlo, como todas las ideologías a las que ama, Woody ha venido a tierras de moros y cristianos, y sin embargo se le entiende, o al menos se le estima. Con personas como él, contradictorio como el que más, no tendríamos plan Ibarretxe ni blancos ni negros ni ideologías del todo o del nada; todo sería mucho más relativo y vital.

Y, al final, se puso corbata Lorenzo Milá. El tono relajado de BBC de Londres de sus telediarios en la Primera de TVE debía ir acompañado de la imagen de un locutor encorbatado. Tenía que pasar. Siempre estimé sus telediarios en la segunda cadena. Es verdad que eran unos informativos subsidiarios: mientras los de la Primera daban caña, el suyo podía dedicarse a una información un tanto especializada y a un tono sólo apreciado por los que desde su tierna infancia apreciamos los informativos de la BBC. Pero al pasar a la Primera ha tenido que ponerse corbata, pese a mantener su tono sosegado. Quizá para evitar que el cambio respecto a la etapa de Urdaci pareciera casi revanchismo. Tras nuestra guerra civil se llegó a calificar de descorbatados a los republicanos, cuando era una solemne mentira que no la usaran. Aunque la verdad es que es más cómodo no llevarla.

Eduardo Uriarte Romero, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 23/9/2004