ANTONIO ELORZA, EL CORREO – 14/06/14
· En la semana de conmemoraciones de la conquista turca de Estambul/Constantinopla, informaba a principios de mayo el diario ‘Hürriyet’, ya habría prevista una fiesta mayor: ese día, el primer ministro Tayyip Erdogan presidiría el rezo en Santa Sofía. En buen sultán, ofrecería a los nuevos dhimmíes la reapertura del seminario cerrado en 1971.
La previsión no se realizó, pero los signos son preocupantes: el viernes 23 de mayo, la página web del hasta entonces museo de Santa Sofía en Estambul lleva ya el encabezamiento de ‘mezquita de Santa Sofía’. A la vista de los problemas habidos en su visita a Alemania, el anuncio tal vez se demore, y más aún después de los muertos por disparos de la policía en Estambul, pocos días después de su comportamiento incivil en la catástrofe minera de Soma. Solo faltaba la difusión de esa medida de radical islamización para que se acentuase la ya profunda erosión de su imagen política en Europa, cuando Turquía aspira a un puesto en el Consejo de Seguridad. Aunque de momento los atentados contra la integridad del patrimonio bizantino no han impedido que Turquía acceda a la comisión intergubernamental de la Unesco.
La supresión del status de Santa Sofía como museo, y su conversión en mezquita es un acontecimiento grave, tanto desde los puntos de vista religioso y cultural, como por confirmar una deriva regresiva que aparta a Turquía del camino de modernización trazado por quien justamente es visto como el fundador de la nación turca, Mustafá Kemal.
En el plano religioso, supone el fin de la política de coexistencia y respeto entre las religiones que Kemal diseñara en los años 30. Santa Sofía es una de las más bellas iglesias del mundo cristiano, representa un logro excepcional desde el punto de vista arquitectónico y fue la sede del patriarcado de Constantinopla hasta la conquista turca de 1453, que ahora se conmemora en los anuncios por la calle con la imagen del conquistador triunfante al asalto de la basílica. Luego fue por casi cinco siglos mezquita, desde que lo ordenó al adueñarse de la ciudad. Y a partir de 1935, de acuerdo con la decisión de Mustafá Kemal, pasó a ser museo, en cuyo interior coexistían y hasta hoy coexisten los signos de ambas religiones, las proclamas de la grandeza de Alá y la imagen de la Virgen con el Niño. Ahora de forma absurda se reproducen las secuelas de la conquista, por cierto como ocurre en Córdoba con la ‘mezquita-catedral’, solo que en nuestro caso no existe el riesgo de que los símbolos del otro sean eliminados: nadie va a colocar una cruz o a decir misa en el mihrab.
La teología islámica impone en cambio un deber inevitable: la supresión de las imágenes. Una sentencia de Mahoma lo inspira: los ángeles no entran en las casas donde hay pinturas o perros. La faz de Dios/Alá no puede ser reproducida, y menos cabe admitir que en el espacio sagrado del rezo los creyentes tengan ante sí las imágenes de los falsos dioses a quienes los no-creyentes prestan culto. En la medida que la conversión en mezquita de Santa Sofía de Estambul sigue a las de Santa Sofía de Iznik/Nicea (2011) y de Trabzon/Trebisonda (2013), puede ya preverse lo que va a ser borrado y lo que tal vez permanezca a la vista. Especialmente, la riqueza iconográfica y arquitectónica de Santa Sofía de Trebisonda hace posible adivinar la naturaleza y el alcance del cambio. Las fotografías permiten comprobar que su hermosa nave central, hoy espacio de rezo islámico, ha pasado allí a ser una especie de tienda beduina, clausurada por todas partes mediante cortinas metálicas. Las pinturas de la cúpula y su entorno quedan fuera de la vista y se salvan solo una capilla lateral y los frescos del siglo XIII exteriores a la iglesia. Lógicamente, la estructura arquitectónica del interior resulta tapada en su totalidad.
Aunque se apunta que para Santa Sofía de Estambul la solución puede ser más imaginativa; de un modo u otro siendo mezquita la gran imagen de la Virgen y el Niño del ábside tendría que ser tapada, como la del arcángel Gabriel que la acompaña, y lo mismo sucederá con los mosaicos figurativos en los laterales, a la altura de las tribunas pero sobre la nave, y con el mosaico de la entrada, donde un emperador bizantino se prosterna ante Cristo. Es posible que convenientemente aisladas mediante cortinas del espacio central, sigan visibles los mosaicos de las tribunas. La iniciativa del ministro Bülent Arinc, formulada el año pasado, llegaría así a verse culminada con éxito: Santa Sofía podrá sonreír, según sus palabras.
A partir de ahora, cabe decir que en Turquía hay un Gobierno islamista bien distinto de lo que parecía significar su islamismo modernizador en la década precedente, entonces orientado a construir un país musulmán abierto a otras culturas y formas sociales, y también a un estricto respeto de las religiones minoritarias que tanto contaron en la historia del país. Lo avalaba la vocación europeísta. Frente a ello, en pleno crecimiento económico, cobra forma hoy un sistema político en cuyo seno el predominio cuantitativo del islam ha de convertirse en hegemonía pura y dura, reforzando al Estado policial. De otro modo la islamización de las basílicas bizantinas sería un sinsentido.
El neo-otomanismo de Erdogan pone así fin a la utopía kemalista de un país que sin dejar su religión adoptara los patrones y los usos de una sociedad moderna, libre de supersticiones y de fanatismos. Es la obra de Kemal, su idea de la nación turca, lo que está siendo destruido. A pesar del progreso económico experimentado por el país.
Por fin, el viraje integrista se inscribe en la deriva autoritaria de un gobernante que cada vez se siente más cercado por sus propios errores y que reacciona mediante la intemperancia y las acciones represivas. El espectáculo del rezo en Santa Sofía no le servirá para amortiguar la caída.
ANTONIO ELORZA, EL CORREO – 14/06/14