En el Foro Ermua hay personas que han probado suficientemente su capacidad generosa de compromiso. Sería una lástima que ésta se malgastase en el esfuerzo de mantener una estructura sin función, abismada cada vez más en sus problemas internos, que, por torpeza, ingenuidad (y, en algún caso, mala fe), está cosechando un desprestigio que no se merece. Las agonías, breves.
«Y tú, ¿no tienes nada que decir sobre lo que está pasando con el Foro Ermua?», me preguntan a menudo estos días.
Pues sí. La verdad es que no quiero descender a juzgar comportamientos. En el Foro hay gente que estimo y a la que no me gustaría herir con mis comentarios, ahora que están divididos y despellejándose entre sí. Por otra parte, sigo siendo todavía presidente de una fundación independiente del Foro, pero históricamente vinculada al mismo. Creo que no descubro nada si digo que acepté presidirla desde el escepticismo más absoluto, a mediados de la anterior legislatura. Entonces, recordémoslo, todo el que se opusiera a las componendas del presidente Rodríguez con ETA era inmediatamente clasificado en la extrema derecha por el Gobierno y sus medios afines, y el Foro Ermua estaba a la cabeza de todas las movilizaciones contra la negociación. Qué menos que ponerse a su lado y dar la cara por ellos donde hiciera falta.
Sin embargo, es también sabido que, habiendo participado en la fundación del Foro, hace diez años, fui el primero en abandonarlo, por motivos que he expuesto repetidas veces. Creo que, en política, no debe haber más organizaciones estables que los partidos. Las demás, a la larga o a la corta, fracasan estrepitosamente (si no se convierten antes en partidos, lo que sucedió con algunas plataformas cívicas catalanas y con un sector de Basta ya). El fracaso inevitable se debe a que, no siéndolo, tienden a funcionar como partidos, desarrollando el mismo tipo de personalismos y cultos a la personalidad; manías como la ortodoxia y su correlato, la persecución y exclusión de los disconformes, y los ajustes de cuentas aparatosos y desagradables. Los partidos aguantan esas y otras fatalidades porque representan -en teoría, al menos- los intereses de distintos electorados que sancionan con sus votos las purgas internas. Los movimientos cívicos sólo se representan a sí mismos, y las tensiones entre sus miembros, carentes de respaldo social, los disgregan con facilidad.
Cuando se llega a una situación semejante, los dirigentes caen con frecuencia en la tentación de dar explicaciones a la sociedad, a la que nada deben y ni siquiera se las ha pedido, pues movimientos como el Foro Ermua no gestionan recursos sociales. En todo caso, las explicaciones deberían darse a los miembros del movimiento y a sus benefactores, si los hubiera, aunque éstos no suelen ser accionistas que exijan dividendos. Lanzarse públicamente acusaciones de gasto caótico, malversación o apropiación indebida de fondos sólo sirve, como se está viendo, para hacer las delicias de los que tildaban al Foro de fascista hace sólo unos meses. Por supuesto, parto de la convicción total de que nada ha habido de esto y de que el Foro pasará limpio y perfumado cualquier inspección de cuentas, pero creo también que su crisis actual demuestra que la fórmula organizativa no era buena y que lo mejor que podría hacer el Foro Ermua es disolverse.
El Foro ha servido fundamentalmente para dos cosas: acoger y dar calor humano a una buena cantidad de damnificados por el nacionalismo vasco (víctimas de ETA, amenazados por la banda o por el radicalismo abertzale en general, empresarios extorsionados, etcétera) y para sostener la ilusión de que era posible una alternativa constitucionalista al frentismo abertzale. Tal alternativa, si existió alguna vez, se desmoronó tras las elecciones autonómicas de mayo de 2001, y no tiene visos de recomponerse. En cuanto a la primera función, es evidente que poco puede hacer el Foro u otra organización análoga si el Estado no asume sus responsabilidades al respecto. La erradicación del terrorismo y la consiguiente democratización de la vida política vasca no son tareas al alcance de un movimiento cívico.
En el Foro Ermua hay personas que han probado suficientemente su capacidad generosa de compromiso. Sería una lástima que ésta se malgastase en el esfuerzo de mantener una estructura sin función, abismada cada vez más en sus problemas internos, que, por torpeza, ingenuidad (y, en algún caso, mala fe), está cosechando un desprestigio que no se merece. Las agonías, breves.
Jon Juarista, ABC, 3/8/2008