ABC 25/04/17
EDITORIAL
· Tal vez sea la hora de una renovación política estructural en el Partido Popular porque lo importante es que el proyecto de centroderecha en España resulte fuerte y fiable
LA dimisión de Esperanza Aguirre es una de las varias consecuencias inevitables que tendrá que soportar el PP por efecto de la corrupción entre sus filas. Aguirre ha dimitido por el mismo sentimiento que tienen muchos votantes y militantes: el engaño y la traición de los acusados por corrupción. La política es pragmática, y la posición de Aguirre tras la situación de prisión de sus máximos colaboradores en la Comunidad de Madrid, Francisco Granados e Ignacio González, se había hecho insoportable principalmente para ella misma, sometida a un escarnio diario, y a continuación para su partido. A pesar de los casos Púnica, Gürtel y Lezo, Esperanza Aguirre no ha sido investigada ni imputada: sólo ha tenido que comparecer en calidad de testigo ante el tribunal que juzga el caso Gürtel en la Audiencia Nacional, como tendrá que hacer próximamente el presidente del Gobierno. Pero igual de cierto es que la cascada de escándalos ocurridos en su entorno exigían la asunción de responsabilidades cuanto antes por parte de quien durante años confío en ellos.
Aguirre ha reconocido su culpa por no haber elegido bien a sus colaboradores y no haberlos vigilado debidamente. No es frecuente un ejercicio así de individualización de la responsabilidad política. Se ha ido de la política con la misma personalidad con que la que la ejerció. Es cierto que el error principal de la expresidenta de Madrid es el mismo que el del Partido Popular: calcular mal los tiempos. La corrupción no quedó saldada políticamente en las elecciones de 2015 y 2016, sino acallada ante una necesidad urgente de estabilidad política para mantener la recuperación económica. Lo peor de la operación Lezo es que avisa al PP de que es posible que queden más casos por aparecer. Quizá sea el momento de que los populares tomen la iniciativa, se adelanten a los acontecimientos y no duden revisarse todo lo necesario para recuperar el crédito ante los ciudadanos. Paradójicamente, nunca el Estado ha sido tan fuerte como ahora en la lucha contra la corrupción, gracias a las reformas del Código Penal y de la financiación de partidos políticos. Supone un buen síntoma que la información aportada por la Comunidad de Madrid terminase con la trama oscura del Canal, pero no es posible conformarse con que los controles funcionen: el mal debe combatirse de origen.
Tal vez sea la hora de una renovación política estructural en el Partido Popular porque, como hemos insistido en estas páginas, lo importante es que el proyecto de centro-derecha en España resulte fuerte y fiable, capaz de seguir confrontando democráticamente con la izquierda para gestionar con eficacia el país y plantear firmemente un modelo social alternativo al intervencionista del socialismo.